Europa

Barcelona

Hay lideresa

La Razón
La RazónLa Razón

A nadie se le puede escapar la relevancia del resultado del PP y su candidata, Alicia Sánchez-Camacho, en las elecciones del pasado domingo en Cataluña. Llegó a la presidencia del partido de rebote, como consecuencia del enfrentamiento entre Montse Nebrera y Daniel Sirera, pero poco a poco se ha ido haciendo con las riendas de una organización que, en las provincias catalanas, nunca logó despuntar con personalidad propia. Alicia, de padre guardia civil y sentimientos muy españoles, se ha integrado magníficamente bien en la comunidad, habla un estupendo catalán y, lo que es más importante, se ha metido de lleno en los ambientes tradicionales del PSC, el antiguo cinturón rojo de Barcelona, vivero habitual de los socialistas. Curiosamente, en populosas localidades como Hospitalet y Badalona, el PP se ha quedado muy cerca del PSOE, y en la capital misma, Sánchez-Camacho obtuvo apenas 26.000 votos menos que Montilla, sólo tres puntos porcentuales por debajo del aún president. Al Partido Popular le ha dado sus frutos su política de acercamiento a los barrios tradicionalmente más obreros y españoles, con mucha inmigración de otras regiones del Estado, donde buena parte de sus residentes no solían participar casi nunca en las catalanas porque sólo percibían como importantes las elecciones generales. Y cuando votaban lo hacían en masa a los socialistas. Tan importante es el cinturón, que representa claramente la mayoría del voto catalán. De un censo total de 5,3 millones, Barcelona y su entorno metropolitano suponen casi 4 millones, siendo el resto para las demás provincias. De ahí la relevancia de la campaña realizada por Sánchez-Camacho en estas áreas, casi siempre acompañada por Rajoy, que se volcó como nunca un presidente popular en una campaña en aquellas tierras. Alicia se pateó barrios y mercados, cafés y peluquerías, saludando y besando a miles de personas que la han acabado viendo como alguien cercana, que les hablaba con un lenguaje que entendían. La candidata del PP ha obtenido el mejor resultado de la historia de su partido en Cataluña y no por casualidad. Han influido muchas cosas, por supuesto. La debacle socialista. Las locuras estrafalarias del tripartito. La nefasta gestión económica de Zapatero. La traición de Montilla y su equipo a unos electores que no eran nacionalistas. Pero también ha tenido importancia el tirón personal de Alicia, mujer hecha a sí misma, curtida en la dura base, formada en el trabajo vecinal, alejada del perfil tradicional de muchos candidatos del PP en Cataluña y el resto de España. Muy parecida en firmeza y constancia a Rita Barberá, la carismática alcaldesa de Valencia. Llamada a ser ya, junto a Esperanza Aguirre, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santa María, una nueva lideresa de este partido que suma un magnífico resultado electoral después de los anteriores de Galicia, Euskadi y Europa. En el feudo más difícil, tras Andalucía. En condiciones nada fáciles de aislamiento político y marginación mediática. Con muchas cosas en contra pero con el viento a favor del cambio. Y una excelente candidata.