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La clase media abraza el bolivarianismo «light»
Madrid- Cuando «los K» asaltaron el poder, el 25% de los argentinos estaba en el paro. Las turbulencias de la feroz crisis con la que arrancó el siglo y el severo «corralito», del que se cumplirán en diciembre diez años, habían sacudido Argentina hasta los cimientos. Hoy, tras casi ocho años de «kirchnerismo», el desempleo oficial es del 7,3%. El milagro económico es la clave de que la receta que atesora CFK (Cristina Fernández de Kirchner) haya logrado un triunfo aplastante. La clase media, acostumbrada a consumir desbocadamente, no olvida el sufrimiento pasado y como, aunque siga resultando prohibitivo adquirir una casa, hoy son legión los que pueden darse el gusto de comprar sus marcas favoritas y volver a viajar.
Durante toda la etapa «kirchnerista», el superávit comercial superó el 30%. La explicación se vislumbra a las claras sólo con los réditos obtenidos por la exportación de soja, la mayor fuente de divisas. Las estimaciones indican que entre 2005 y 2011 el sector sojero dejará 101.000 millones de dólares, el 30% de las exportaciones. Durante el mismo periodo, las retenciones impositivas de esa actividad supondrán 26.000 millones de dólares para las arcas públicas. El fuerte crecimiento de la economía favoreció el aumento de la presión tributaria. Desde que Néstor Kirchner llegara al poder, ésta creció un 54% y hoy la recaudación sube todos los meses un 30%. Con esto, el «kirchnerismo» ha dispuesto de cerca de 400.000 millones de dólares para apuntalar su poder. Este caudal de plata ha favorecido la creación de una red clientelar que arranca desde el funcionariado, hasta los subsidios a la luz, el gas o el transporte, o los fondos que sostienen a empresas estatales como Aerolíneas Argentinas. Bajo la premisa de Perón –«gobernar es dar trabajo»–, CFK ha logrado conquistar a la clase media y a buena parte de los ocho millones de pobres que subsisten con las ayudas. Esta red, como la que maneja Chávez con la renta petrolera venezolana, obtiene votos por sí sola. Pero los paralelismos no terminan ahí. La batalla contra la Prensa «opositora», la reforma constitucional para favorecer un tercer mandato y una oposición débil sugieren el apuntalamiento de un bolivarianismo peronista respetuoso, eso sí, con el libre mercado.
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