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Derecho de autodefensa

La Razón
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El ministro cristiano asesinado por islamistas en Pakistán, Shabaz Bhatti, ya va camino de los altares. Acribillado hace una semana en Pakistán por defender su fe, no es tristemente más que un mártir en la galería de valientes que caen sistemáticamente a manos de radicales salafistas en África y Oriente Medio.
Precisamente por eso, es obsceno, falaz, injusto y humillante plantear que en Egipto ha muerto ahora más de una docena de coptos en enfrentamientos con musulmanes. Es un dislate. Sería como concluir que catorce mujeres han muerto en lo que va de año en España durante choques con sus cónyuges y ex cónyuges. ¡Qué clase de aberración es ésta!
Aquí hay víctimas y victimarios. Los que amenazan y asesinan son episódicamente del mismo lado, y los amenazados y asesinados del contrario. Unos defienden la civilización y la convivencia, mientras otros pregonan la barbarie y el odio. No hay reciprocidad que valga. Cuando no se ataca una iglesia, como en este caso, se asaltan viviendas, y sobre la minoría cristiana pesa sistemáticamente el estigma de la exclusión. Basta contemplar la evolución de la transición egipcia, con los no musulmanes empujados a los arrabales de la reconstrucción política en ese proceso presentado, por cinismo o papanatismo, como ejemplar por una parte de la comunidad internacional.
Esa misma comunidad internacional vuelve a tener ante sí la opción de intervenir y condenar, o de esperar y silenciar. Siempre se puede aguardar hasta el siguiente crimen. Pero si hace esto último, por favor, que no niegue o repruebe de forma canalla el derecho de autodefensa. También los coptos están legitimados para salvar sus vidas cuando ven de cerca su muerte.