Música

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Un pequeño sátiro saltarín por Lluís FERNÁNDEZ

La Razón
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Es una condición esencial del mito ser imperecedero. Para que se perpetúe, una muerte a la altura del personaje creado: más grande que la vida. Y un cadáver, si no exquisito, marcado con el signo de una fatalidad que le dote, a los ojos mortales, con un no sé qué divino. Ese no sé qué es la sustancia alquímica que lo emparenta con los modelos primordiales de la cultura griega clásica y con su vulgata romana: los dioses domésticos. Diosecillos laicos que se fabrican a cientos en estas fábricas de sueños modernos que es la sociedad de consumo.El mito pop más reciente es Michael Jackson. Un pequeño sátiro danzarín, émulo del dios Pan, muerto en situación trágica después de haber conseguido las proezas de limpieza étnica y escándalos con menores que lo convirtieron en un lugar común de las revistas sensacionalistas. Michael Jackson fue el Rey del pop, como Elvis Presley fue el Rey del rock y Frank Sinatra el Rey del swing. Héroes populares en vida que se fueron construyendo, como un disco de vinilo, contraponiendo sus dos caras analógicas: un ritmo sincopado para incitar al baile ritual y una dulce melodía que mueva al recogimiento interior y azuce el deseo juvenil de hacer del amor un universo sublime. La mitografía pop también se mueve en esa fina línea que divide a los héroes entre solares y lunares. Pues como Jano, ambas facetas forman parte del mismo rostro, ora exultante, ora melancólico. El equivalente femenino se fragua de forma distinta. La Diva es una diosa distante, que conserva componentes de la «divinidad» apenas secularizados. Como Mina, cuyo modelo temporal es Greta Garbo. Su contraimagen es Marilyn Monroe o Janis Joplin, consumidas de forma incandescente por no mantener una prudente distancia.Todos ellos son meros avatares que encarnan distintos mitemas de una constelación universal mítica que se construye, como decía Lévy-Strauss, mediante el bricolaje y ensamblado de piezas. James Dean representaría la fugacidad del mito juvenil narcisista, sintetizado en ese corto pero intenso estadio vital, y su muerte, que da paso a un nuevo avatar, que recompondría y actualizaría el mito. Como lo hicieron Elvis, Lennon y Jackson, consecutivamente. Ellos, dentro de la sencilla mitología pop, combinan la redención trascendente de Cristo con su muerte y el esplendor pagano de la eterna juventud, metáfora de la despreocupada alegría de vivir.

Lluís FERNÁNDEZ