Valladolid

Insultos

La Razón
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Tiene todas las virtudes que detesto y ninguno de los vicios que admiro». Tan ingeniosa frase es de Churchill ¿Es un insulto? Pues probablemente sí, pero tan tejido con una finísima ironía que obliga al que lo recibe a molestarse de manera menos evidente. Borges, que en algún momento escribió sobre el arte de insultar, requería, sin embargo, que, ante todo, «no se fuese obvio». Pues bien, lo peor del insulto torpe y soez, es exactamente eso: su obviedad, su falta de ingenio. Así que insultos, sí, bueno, si no queda otro remedio, pero jamás zafios y entregados el otro de cualquier manera. Parece cinismo lo mío, pero lo cierto es que no considero que haya trasfondo machista en el insulto del Alcalde de Valladolid hacia Leire Pajín, sino falta de capacidad para ofenderla de manera más certera. Evidentemente está claro que un político no debe manejarse con esas forma de expresión, pero, probablemente, si hubiera dicho «que te folle un pez», por ejemplo, tampoco hubiese querido decir que tal animal acuático se ventilara a su adversaria política. De insultos brillantísimos están las páginas de la literatura llenas, pero por desgracia parece que nuestros políticos, por mucho que cuenten, leen bastante poco y sólo les sale, pues eso, lo del plumero, lo de los morritos…, ridículas descalificaciones con las que tan sólo consiguen escandalizarse entre ellos y seguir dándole la espalda a los problemas reales que nos afectan a todos. Yo siempre que le dedico una tarde a los comportamientos de los políticos suelo acabar pensando aquello que decía Groucho Marx: «He tenido una tarde absolutamente maravillosa, pero no ha sido esta».