Andalucía

«Dejadme trabajar»

«¡Dejadme trabajar!»
«¡Dejadme trabajar!»larazon

MADRID- Cláxones que eran la extensión de la irritación de los conductores, expresiones de desesperación tras la luna de los vehículos... «¡Dejadme trabajar!, ¿o qué queréis, que me despidan?», gritaba un hombre a los sindicalistas que ayer tomaron la calle General Ricardos, en Carabanchel, para acudir a un acto de UGT y CC OO en el Palacio de Vistalegre. Unos noventa autobuses aparcados en el carril bus-taxi colapsaron una de las principales arterias del barrio. «Normal que llenen la plaza de toros, con todos los sindicalistas que han traído en autobuses... Así cualquiera», comentaba un pasajero de la línea 34 de la EMT a otro que se preguntaba si estos hombres y mujeres que iban con las banderitas no tenían que estar trabajando. «Serán los... ¿cómo los llaman? sí, los «fugados», eso sí que es un chollo», le respondía mientras contemplaban los autobuses venidos de Asturias, Andalucía, Toledo, Barcelona, País Vasco... «Hoy lo llenan porque les han traído, pero ya veremos qué ocurre el día de la huelga general, como no nos atrapen con lazo...», comentaba un comercial, que se miraba el reloj al tiempo que marcaba en el móvil para decir que llegaba tarde a una entrevista.
¿Por qué ahora?
«Lo que no entiendo es por qué convocan la huelga ahora, y no hace dos años o tres», «pues porque se les caía ya la cara de vergüenza». No se sabe si era porque les tenían en punto muerto o porque la manía les viene de lejos, pero lo cierto es que la mayoría estaba en contra de los sindicatos y de la huelga. Miraban la riada de sindicalistas que se dirigían a Vistalegre con desconfianza cuando no con indiferencia. Ellos, inmunes a los bocinazos, se dejaban ver orgullosos por haber convocado una huelga y tener ya listas las camisetas para la ocasión con un «Así, no», un lema pelín ambiguo porque no se sabía si se refería a la situación económica o a la actitud de los propios sindicatos ante ella. A los únicos que le alegraron en día fue al sector de la hostelería que mora en los alrededores de la plaza de toros. Antes y después de que Méndez y Toxo soltasen sus discursos, hubo una estampida, esta sí que general, los camareros de los bares de la zona no daban abasto ante la avalancha de peticiones de cafés, cañas y pinchos de tortilla. «Hoy sí que estamos haciendo caja, como antes de la crisis», comentaba uno de ellos que veía cómo su establecimiento se quedaba pequeño. Lo que no le gustó mucho es que le pegaran una pegatina en la puerta... «Ya me los conozco, por los autónomos nunca se preocupan ni se ocupan».