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Zamora

«Por qué me puse en peligro»

Muchos han escuchado historias de «balconing» entre antiguos compañeros de colegio o locuras como conducir borrachos. En la actualidad, el fin de los «valientes» es grabarse en vídeo 

«¿Por qué me puse en peligro?»
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«En el viaje de fin de curso me tiré porque todos lo hacían»

Marta tiene hoy 26 años y se ríe cuando alguien menciona los últimos casos de muerte debido al «balconing». Si le preguntas el por qué de su sonrisa, confiesa: «Yo también lo hice cuando me fui de viaje de fin de curso a Mallorca con el colegio». Quienes están a su alrededor, estupefactos rápidamente preguntan por qué. Así lo cuenta: «No sé, todos lo hacían. Supongo que no era por el alcohol, era más bien por "contagio". Porque mis amigos saltaban y decían "el siguiente". Y, claro, tú te planteas por qué no. Y vas y te lanzas. Lo cierto es que es una sensación difícil de explicar, no piensas tanto en si me mataré, sino más bien, cómo vas a caer y si serás capaz de dar el salto. Al final, coges carrerilla y saltas a la piscina. Luego oyes a la gente chillar y gritar con euforia de lo que has conseguido. Y pasa el turno al siguiente. Lo cierto es que no es para tanto tan sólo era un piso y la distancia era muy pequeña».
 

«Reconozco que hoy no lo haría, con alcohol eres más valiente»

Se le ponen los pelos de punta al pensar que si sus hijos lo hicieran ella se moriría. María, madre de un bebé de siete meses, hoy ni se le pasaría por la cabeza repetir aquéllo, pero lo hizo. «Cuando estuve en Menorca de viaje con el cole, me tiré desde el balcón a la piscina del hotel». María lo cuenta un poco avergonzada y hasta se pone roja cuando lo recuerda: «Está claro que en aquella época desfasas un poco y te tomas más de una, de dos y de tres copas... bueno, que te coges una cogorza de esas que recuerdas siempre. Entonces eres valiente y poderoso y te atreves con todo. Una de las diversiones en el viaje era lanzarse a la piscina desde el balcón de uno de mis compañeros de clase. Era un segundo piso, y justo estaba encima de la piscina. Cogías y te tirabas como todos, borrachos e inconscientes de lo que nos podía haber pasado. Hoy no lo repetiría, pero son cosas que haces cuando eres joven y "valiente"gracias al alcohol».
 

«Conduje en dirección contraria toda la Castellana»

«Eran otros tiempos y nada es comparable a lo que hacen hoy los chicos. Lo nuestro era más inconsciente, no había nadie. ni padres ni administraciones que nos dijeran que conducir a toda velocidad borracho como una cuba era algo malo». Agustín mira con preocupación lo que le ocurre a las generaciones de hoy. Sin embargo, en su vida hay historias que ponen los pelos de punta. «Recuerdo que una noche conduje borracho en dirección contraria toda la Castellana», confiesa. «En aquella época de mi vida coger el coche y beber era una combinación bastante normal. En una ocasión mis amigos y yo cruzamos una glorieta recto porque pensamos que si hacíamos la curva nos íbamos a marear. También nos atrevíamos a ir a la sierra por las carreteras secundarias a toda velocidad invadiendo carriles y sin tener en cuenta la peligrosidad. Lo que yo viví está reflejado en "Historias del Kronen"».


«Salté de un pilar a otro en un puente en construcción»

«El puente está en los Arribes del Duero, en Zamora, tiene 80 metros de luz. Iba con cuatro primos en bicicleta y decidimos intentar pasar de un lago al otro caminando por el arco que ves en la parte inferior». Con toda normalidad cuenta Felipe su «hazaña» y con serenidad admite que no había ninguna motivación especial, cuando tienes 16 años no piensas en el enorme riesgo». «En algunos tramos íbamos de pie y otros a gatas para no caernos, sin arnés ni nada que se le parezca, la altura era vertiginosa, y cuando llegamos a un pilar trepábamos por él». Lo cierto, que sí reconoce que sintió mucha emoción cuando llegaron al otro lado y treparon, obviamente sin agarre por la pared hasta la carretera de arrriba. En otra ocasión, en la estructura de una casa de tres pisos, «desde el tejado había una grúa para subir los ladrillos desde abajo y lo que hicimos fue agarrarnos al gancho de la grúa, que giraba sobre su propio eje», cuenta Felipe.