Bruselas

Un tren llamado deseo

La Razón
La RazónLa Razón

Hablar del Corredor Mediterráneo cuando tantas cosas se han dicho de él puede parecer una perullada, pero créanme que no lo es, porque hablar de ese eje ferroviario es hablar del futuro, un futuro que pasa por evitar el aislamiento de la Región y el riesgo de quedar descolgados de la nueva Europa en los años en los que se diseña la Unión del Siglo XXI, y créanme también, que las grandes infraestructuras de transporte de pasajeros y mercancías serán la médula espinal de esa nueva Europa. No vamos a recordar qué hemos hecho o dejado de hacer por el Corredor Mediterráneo porque ya somos patrimonio vivo de las hemerotecas, pero sí que nos sentimos orgullosos de haberlo hecho, es decir, de defender con uñas, dientes y un puñado de razones las ventajas de ese eje ferroviario para Murcia y para todo el litoral mediterráneo, que llevo en mi piel, en mi sangre y en mi ADN desde el día que me parieron.

A tan solo 24 horas de que el comisario de Transportes de la UE, Siim Kallas, decida cómo será la nueva Red Transeuropea y cuáles sus corredores ferroviarios, la Región muestra su musculatura de unidad política, social y económica como principal argumento del «Todos a una», condición indispensable para que ese corredor nos sea concedido. Es elogiable esa unidad institucional y política, aunque no debamos olvidar que el ministro de Fomento, José Blanco, dijera en julio que iba a defender la versión mediterránea, lo repitiera en agosto, insistiera en septiembre y aún hoy estemos esperando que lo haga. Eso sí, entretanto y a lo largo de estos meses se ha decantado por algún que otro trazado además del Corredor Mediterráneo y en los últimos días, por los cinco que cruzarían la península de Sur a Norte, de Oeste a Noreste y por el Cantábrico. Conviene no olvidarlo, como también es necesario no perder la memoria sobre Pedro Saura, quien criticó el corredor tiempo atrás; Lo hizo igualmente con El Gorguel y quién sabe si lo repetirá en un futuro, por bienvenida que sea su rectificación de última hora.

Del Corredor Mediterráneo lo sabemos todo o casi todo, especialmente de sus sustanciosas ventajas económicas y lo que estas representan para el futuro de la Región. Hablamos de esos 40.000 millones de euros para desarrollar los trazados españoles en los próximos 8 años y de los más de 3.000 millones de beneficios que el corredor reportaría a nuestra tierra, especialmente en materia de importación agrícola hacia el Norte de Europa y el de un futuro trasvase ferroviario de gas y petróleo al Norte de España y Centro de Europa. Pero hablamos también de los miles de puestos de trabajo que se crearían en todos estos años, muchos de los cuales perdurarían con el mantenimiento de la red ferroviaria, así como de las conexiones con Escombreras, El Gorguel, Cartagena, Lorca, Murcia y el Sur de España con la Región como punto de paso obligado. Hablamos de todo eso, sí, y hablamos también de la vertebración territorial del mediterráneo español, conectando todo a él, desde Algeciras hasta el Sur de Italia y conectándole también con el Magreb hasta Rusia. Una vertebración que nos situaría en el epicentro de la misma y que sin duda reportaría interesantes beneficios a esta tierra en todos los órdenes. Hablamos de todo eso, sí, pero al mismo tiempo con la razón que nos da el ser (el litoral español) la zona donde vive la mitad de la población española, con el mayor PIB nacional y las mayores exportaciones junto a Almería, y por qué no, el territorio donde recala el 20 por ciento de ese otro PIB que genera el turismo.

Un territorio, un litoral bien conectado con los mediterráneos de las dos orillas y plagado de redes de transporte que le convertirían en una zona preferente para las inversiones. Una zona, en definitiva, donde los productos y mercancías podrían llegar, no sólo por vía marítima, que ya llegan, sino que serían transportadas a miles de kilómetros de distancia por territorio europeo en apenas un solo día. Bien vía aérea, bien por ferrocarril, que es de lo que hablamos, o por carretera donde la A-7 juega del mismo modo un papel trascendental de Sur a Norte. Todo ello complementado con la Alta Velocidad para que el transporte de pasajeros corra a la velocidad que nos demandan nuestros tiempos. Las ventajas son tan excesivas como beneficiosas para todo el Arco Mediterráneo como para el resto de España y Europa y eso no sería igual si no se viera completado con el trazado del que hablamos. No vale descolgar a Almería, Málaga, Granada y Algeciras del eje final porque su partición dividiría en dos la rentabilidad para españoles y europeos. El Corredor Mediterráneo es un todo y su fragmentación o desviación de Valencia a Madrid rompería el trazado originario y, por consiguiente, su beneficio final de dejar a un cuarto de los españoles fuera del mismo, especialmente cuando hablamos de una zona de gran potencia exportadora. El trazado ha de completarse para que las mercancías lleguen en tan solo 24 horas de Sur a Norte, 24 horas que son las que restan para la decisión de Bruselas. El resto sólo sería un apaño del que nos arrepentiríamos más antes que después. Ahora decidan, con cabeza por favor, porque el tren llamado deseo es el tren del futuro de la mitad de los españoles.