«Flexibles con el distraído y duros con el reincidente»

De hecho, la falta de criterios para redimir a los infractores de las primeras multas arroja una sola evidencia: que el Consistorio sancionará de forma subjetiva, discrecional y hasta sin garantías de trato equitativo. Y ello durante un período de tiempo sin determinar. Todo en el aire.

Lo único que supo añadir el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, a lo ya dicho sobre esta etapa de adaptación es que «seremos flexibles con las distracciones, pero duros con quienes quieran sabotear el modelo; que se tiente la ropa el reincidente». Y añadió: «No es lo mismo quien se mete donde no debe por casualidad, que quien lo hace un día y otro y otro».

Pese a todo, el alcalde volvió a insistir en que el «sistema está muy bien pensado» y mantuvo que todas las «casuísticas» están contempladas en la normativa, que será aprobada en el Pleno del viernes. Además, comparó el plan de tráfico del centro hispalense con iniciativas similares «en muchas ciudades», como Londres, París, Roma o Madrid. «No se trata de incomodar a nadie, todos vamos a salir ganando», resaltó.

Problemas con la web
Por su parte, el delegado municipal de Movilidad, Francisco Fernández, justificó los problemas de la web en la que se tramitan los permisos de acceso al centro en la masiva afluencia de visitantes (más de 3.000) y prometió una rápida subsanación. El edil –que defendió el «buen funcionamiento» de otras polémicas medidas como el sentido único de la Ronda Histórica– comparecerá hoy ante los medios para dar cuenta de las alegaciones que se han tomado en consideración del total de 26 presentadas al texto normativo que limita el acceso al centro en 45 minutos.

También hoy los vecinos del casco antiguo alzarán su voz con un acto simbólico contra el «blindaje». Las organizaciones vecinales se reunirán, a las 12:00 horas, en torno a la «piedra llorosa», un sillar del antiguo convento y cuartel de San Laureano, para expresar su rechazo a la medida. La artista Ana del Río leerá un manifiesto en este emplazamiento, en el que, según la tradición, el alcalde José García de Vinuesa se sentó para romper a llorar ante el fusilamiento de 80 personas en 1857. Los vecinos escenificarán la «muerte» del centro.