Sevilla

Retrato ecuestre para un maestro

La Razón
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En tierras de versos y mosqueros que como un péndulo se acompasan al son que manda el jinete, desde la margen derecha del Guadalquivir, por marismas de aquel «Pueblo lejano» de Romero Murube, se detiene el río ante la cámara de un verdadero maestro de la fotografía. Las imágenes de Rafael Lemos huelen a zahones cosidos con piel de gato, a botos camperos, al polvo de unos becerros en el rodeo, a piara de yeguas galopando por entre los juncos del río. Desde su objetivo han salido las más hermosas instantáneas que se hayan podido plasmar de un animal al que debe su vida: el caballo. Rafael Lemos es un poeta de la fotografía. Sus retratos tienen vida propia y captan los auténticos sentimientos y caracteres del caballo: la nobleza, la arrogancia, el temperamento, la gallardía… La dureza de los vaqueros en el campo, la «echada» del veterano garrochista, el parón de una jaca en un concurso de vaquera, el «passage» perfecto de un semental tordo en alta escuela, los elegantes movimientos en libertad de un ejemplar de pura raza española, salen de su máquina fotográfica como el lance de un torero, como el arpegio de una guitarra flamenca o la voz quebrada de un cante por soleá. El tiempo parece detenerse cuando uno contempla desde su máquina la sublime estampa de un caballo cartujano, de una cobra de yeguas o la de un potrillo que acaba de nacer. Los sonidos de los cascabeles de los enganches parecen sonar sólo al ver una foto suya de un coche de caballos a la calesera en la Real Maestranza. Considerado el mejor fotógrafo de caballos de todo el mundo, Rafael Lemos es un artista genial, parido en las entrañas mitológicas y camperas de Sevilla y su tartésica marisma.