Valencia
Federico Sánchez Aguilar: «Carbonero despierta muchas envidias»
–¿No le parece poco austero entregar Antenas de Oro y Micrófonos de Oro en tiempos de crisis?
–Bueno, precisamente por la crisis ahora se invierte mucho en oro. Pero nuestros premios sólo llevan un baño.
–Si a los periodistas se les da Antenas de Oro, ¿qué piensa que habría que darles a los políticos?
–Laureles o carbón, depende de a quién.
–¿Rubalcaba es la antena de oro de Zapatero?
–Sí. Rubalcaba siempre tiene la antena puesta; sobre todo, para saber lo que ocurre en la oposición.
–En un concurso de vanidad, ¿ganarían los políticos o los periodistas?
–Los políticos son más vanidosos, sin duda. Y los periodistas, los alimentadores de su vanidad.
–Algunos dicen que no les gustan los premios...
–Generalmente son aquellos que no reciben galardones y creen merecerlos todos.
–Probablemente se entreguen demasiadas distinciones en nuestro país...
–Sí, y a veces sin sentido. Hay una inflación de premios.
–¿Cree que cuando Tácito dijo «despreciar la fama es despreciar la virtud» estaba pensando en Belén Esteban?
–La intuía, ja, ja, ja. Tácito era un genio. Belén vive de armar belenes.
–¿Le acabarán dando a Belén una Antena?
–No, con toda seguridad. Se entrega sólo a profesionales.
–La presidenta del «Tea Party Express» dice que se metió en política porque se cansó de gritar a la televisión. ¿Usted grita contra...?
–La telebasura. Es un mercado de miserias, la negación de los valores y de la auténtica profesionalidad. Da una imagen ficticia del país.
–¿Alguien ha rechazado la Antena de Oro?
–Sí: Buenafuente. Ese mismo año se la concedimos también a Federico Jiménez Losantos y Buenafuente no quiso figurar a su lado. Confundió profesionalidad con política.
–Este año ha llamado la atención la Antena de Oro a Sara Carbonero. ¿Un premio al beso del año?
–A su profesionalidad. Resulta curioso: la mayor parte de las críticas han venido de mujeres. Sara despierta muchas envidias. Su desgracia es ser guapa y la novia de Casillas. Si fuera novia de un fontanero, nadie diría nada.
–Hombre, si se tratara de un fontanero de la Moncloa...
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