Milán
La Scala: regreso al futuro
Pasarán los años, las crisis, los recortes y los sucesivos gobiernos que dinamitan el mundo de la cultura, pero La Scala, el teatro de la ópera más importante del mundo, seguirá siendo cada siete de diciembre, cuando celebra su esperada apertura de temporada, uno de los lugares donde con más intensidad se puede pulsar el arte y la belleza que nos hace ser lo que somos
El día de San Ambrosio el foco cultural está en Milán, en las arias que envuelven su teatro más célebre, en la puesta en escena de su «prima», incluso en los modelos que lucen sus poderosos e influyentes espectadores que desembolsarán los 2.000 euros que cuesta la entrada.
En el año más difícil para la cultura italiana por los enormes recortes realizados por el Gobierno de Silvio Berlusconi, La Scala brilla como nunca. La temporada operística 2010-2011, que echa a andar el martes con «La valquiria», de Richard Wagner, es tal vez la mejor campaña en las últimas dos décadas y, sin duda, el ejercicio más brillante de Stéphane Lissner, superintendente del coso milanés desde mayo de 2005.
En el espejo de Wagner
Son 20 las producciones en programa entre óperas y ballets, de las cuales 10 son proyectos completamente nuevos. Hay además más intercambios que nunca con los mejores teatros de la ópera de todo el mundo y una serie de nombres en los carteles que garantiza el fervor del público. Tras Daniel Barenboim, Guy Cassiers y Waltraud Meier, entre otros, que compartirán su arte en la noche de San Ambrosio, destacan Juan Diego Flórez, Jonas Kaufmann, Diana Damrau y Joyce DiDonato, que irán pasando por La Scala durante el resto de la temporada.
Hace unos días, Barenboim, que llevará la batuta en «La valquiria», y Cassiers, quien se ocupa de la dirección escénica, trazaban la línea que une la obra wagneriana con la situación de crisis que afronta hoy Europa y que amenaza al propio teatro de La Scala. «La historia que cuenta Wagner es un espejo de la situación social actual», coincidían ambos. En el torrente musical del compositor alemán y en la madera, fuego, luces y vídeo de los que Cassiers se sirve para su representación escénica puede sentirse el «difícil camino de Europa hacia la unidad» y su propio fracaso, producido por la «incapacidad» de su clase política.
Esta incapacidad, evidente en las palabras del ministro de Economía italiano, Giulio Tremonti, quien afirma que con «la cultura no se come», tiene a La Scala al borde del precipicio en una de sus épocas más brillantes. Este año todavía no ha recibido el dinero que le corresponde del fondo para la promoción del espectáculo, dependiente del Gobierno, que junto a las ayudas municipales, provinciales y regionales cubre el 40 por ciento de los alrededor de 100 millones de euros de presupuesto del coso milanés. El resto corre a cargo de los ingresos de taquilla y del patrocinio privado, una fuente de financiación que La Scala exprime con mayor habilidad que la mayoría de teatros de la ópera italianos y europeos.
Lissner advierte de que sin los 17 millones de euros que le debe el Gobierno cerrará 2010 con pérdidas, una situación evitada en los últimos años. Además, considera que los nuevos recortes previstos para 2011 amenazan la calidad de La Scala y pueden suponer la muerte de otros centros operísticos menores de Italia. La financiación privada es una opción, pero no puede sustituir completamente a las ayudas estatales ya que un teatro «es un bien público con una misión pública». «Los grandes países europeos tienen el deber de apoyar su propio patrimonio cultural», recuerda Lissner.
Más allá de la amenaza presupuestaria, San Ambrosio en La Scala es siempre San Ambrosio y no puede estar exento de polémica. Esta vez la protagoniza la futurista puesta en escena de Cassiers, con proyecciones, vídeos, globos y llamativas luces rojas. A Waltraud Meier, que interpreta el papel de Sieglinde, no le ha gustado y lo ha dicho con claridad: «Desde hace años se utilizan las proyecciones y a nosotros nos dejan un poco solos, un poco de lado. Hoy se tiende a crear imágenes y a producir efectos bellísimos, que a veces superponen al núcleo de lo que es y significa la ópera elementos que no tienen nada que ver con ella. Así se pierde el sentido, se renuncia a analizar la psicología de los personajes y la relación entre ellos».
Emoción a toneladas
Cassiers se defiende explicando que Meier no se había quejado hasta el último momento y dejando la crítica al criterio del público. Tampoco está de acuerdo con la crítica de la mezzosoprano Barenboim, quien no considera que Cassiers se preocupe más de la tecnología y deje a un lado a los intérpretes. «El desarrollo de la tecnología no viene de Marte, es algo humano a lo que hemos dado forma nosotros. Hoy nos encontramos frente a cantantes de gran temperamento que quieren ofrecer al público lo mejor de sí mismos, que es su voz. Nosotros amamos estos excesos, que a veces vemos durante los ensayos. Si un cantante no puede expresarse, se marcha. Esto no ha sucedido aquí, lo que pasa es que existe muchísima emoción», afirma el maestro argentino-israelí. «La valquiria» congregará en Milán a tres ministros del Gobierno y al presidente de la República, Giorgio Napolitano. Los italianos podrán seguir en directo la obra a través del nuevo canal Rai5 y de la radio estatal.
Varias televisiones internacionales también ofrecerán la señal, así como cientos de cines en todo el mundo, en lo que ya se considera una práctica habitual. Antes que el resto del mundo han disfrutado de «La valquiria» los jóvenes que consiguieron una entrada para la representación previa al día de San Ambrosio que La Scala dedica a los menores de treinta años. El espectáculo tuvo lugar anoche y registró un lleno total en el coso milanés, donde los espectadores, que habían agotado en sólo diez minutos los billetes, disfrutaron con Wagner con la misma intensidad que si se tratase de la prima del próximo 7 de diciembre. Ya lo había advertido Barenboim: «Quien paga más no tiene derecho a recibir más entusiasmo».
La ópera de Milán no contamina
Más que roja, la alfombra del teatro de La Scala bien podría ser este año de color verde. Gracias a la compañía eléctrica Edison, una de las patrocinadoras del coso milanés, la apertura de temporada de este año se llevará a cabo con cero emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Las cerca de 80 toneladas de Co2 generadas con la iluminación del teatro y con el transporte de los artistas y público de «La valquiria» serán compensados por Edison con la producción de energía de fuentes renovables, concretamente de origen eólico.
Tampoco contaminará la pantalla gigante instalada en una céntrica galería de Milán desde donde se podrá seguir el espectáculo, ya que será alimentada con placas fotovoltaicas. Los responsables de La Scala afirman orgullosos que gracias a esta iniciativa se han convertido en el primer teatro de la ópera de Europa con cero emisiones de dióxido de carbono, un gesto que es de agradecer en estos tiempos y al que deberían apuntarse otros coliseos operísticos internacionales.
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