Estreno
«Elcaballero oscuro La leyenda renace»: Simpatía por el diablo
Director: Christopher Nolan. Guión: Christopher y Jonathan Nolan. Fotografía: Wally Pfister. Intérpretes: Christian Bale, Tom Hardy, Marion Cotillard, Anne Hathaway. EE UU, 2012, 164 min. Acción.
Cuando un puñado de terroristas invade la bolsa de Gotham y se carga unos brokers, da la impresión de que Nolan está del lado de los supervillanos. Es difícil pensar en una película más oportuna que este nuevo «Caballero oscuro» en el que los indignados empiezan a poner bombas, dispuestos a dinamitar los agujeros negros del sistema financiero para establecer un nuevo orden mundial. Una de las virtudes del filme es su capacidad para conectar con las turbulencias socioeconómicas que nos aplastan y proponer la necesidad de una idea de revolución. Es un tanto a favor de la independencia de Nolan el hecho de haber facturado una película de presupuesto billonario en la que resulta difícil encontrar un personaje positivo. La dimensión macabra del filme la convierte en el perro verde de los estrenos veraniegos. El problema es calibrar cómo se posiciona Nolan en esta fábula protagonizada por la lucha entre indignados obreros y ricos corruptos. La fascinación que siente por el villano decanta la balanza hacia los rebeldes, pero las fuerzas del orden acaban teniendo la sartén por el mango. Batman sigue siendo un secundario de lujo que resucita en el último minuto para salvar el mundo.
Es un defecto que Nolan lograba paliar en la excelente «Batman Begins» y que en «El caballero oscuro» pasaba a primer plano gracias al Joker de Heath Ledger. Hannibal Lecter con lengua de Lenin, Bane (Tom Hardy) está por debajo del terrorista de la sonrisa congelada, aunque su discurso revolucionario, coronado por la destrucción de los subterráneos y los puentes de Gotham, se graba en la memoria de una civilización que necesita empezar desde cero. El discurso de Bane, que supera al de Batman, ensombrecido por su virulencia testosterónica y la elegancia socarrona de Catwoman (Anne Hathaway), es el de la ficción conspiranoica post 11-S. Batman sigue siendo una excusa para enmascarar la indecisión política de Nolan y explotar su megalomanía, en la que el humor queda fuera de una película a la que le vendría bien un balón de oxígeno. La severidad del relato acaba por asfixiarlo, y a «El caballero oscuro» le cuesta avanzar . La grandilocuencia de su dispositivo narrativo estropea la elegancia de su puesta en escena. A Nolan le conviene tomarse vacaciones.
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