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La plaga del ficus: Frenan a la «minicigarra» asiática sin utilizar insecticidas

Hace tres años, los ficus que componen el arbolado urbano de la ciudad de Cartagena (Murcia) se cubrieron de un velo algodonoso. Bajo aquella capa se escondía una de las dos nuevas especies de insectos que está atacando los árboles de la Península. Durante dos años de investigación se ha conseguido erradicar esta «minicigarra» introduciendo colonias de su depredador natural, una chinche que ha evitado el uso de productos nocivos con el medio ambiente y se ha adelantando a la aplicación de la normativa europea que prohíbe estos compuestos en la jardinería de ciudad 

La plaga del ficus: Frenan a la «minicigarra» asiática sin utilizar insecticidas
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Los árboles, qué duda cabe, componen el tejido urbano y son, o debería ser, parte de la planificación de las ciudades, puesto que plantar mallas verdes garantiza en parte el mantenimiento de la salud. Combinando especies de hoja caduca y perenne las urbes cuentan con filtros naturales de las emisiones del tráfico rodado. Sobre el año 1900 los ficus desembarcaron en la península, pero en la última década estos árboles de hoja perenne se ha extendido por los municipios del Mediterráneo, en algunos casos incluso como monocultivo. A su favor juegan que aseguran una ingesta de CO2 permanente al estar cubiertos todo el año, la ausencia de problemas con plagas, hasta ahora, sus necesidades hídricas escasas y su reducido coste; ahora bien su copa tiende a crecer desmesuradamente por lo que necesita de hasta cinco podas al año, lo que genera un gran coste de mantenimiento para las arcas públicas.


Desde hace tres años, los ficus de la península han sufrido el acoso de una nueva plaga exótica de origen asiática, la «Psila» que, junto al «picudo rojo» de las palmeras, componen las dos nuevas especies que está afectando a nuestros árboles. Ambas eran desconocidas y los profesionales ven en ellas la señal de que algo está fallando en los controles del comercio de especies arbóreas o las regulaciones europeas: «La familia Psyllidae está compuesta por 3.500 especies. En Europa hay citadas 400, cuando hace 15 años no llegaban a 100», explica Pedro José Cifuentes Rosso, ingeniero técnico agrícola y jefe de servicio de Parques y jardines de FCC para Murcia-Almería. El proyecto se engloba dentro de su política de gestión sostenible basado en la ecoeficiencia y la responsabilidad social, presentado en el Congreso Ibero-Americano de Parques y Jardines Públicos de Portugal de 2009.


Su equipo encontró hace tres años en la ciudad de Cartagena, donde la empresa gestiona parte del mantenimiento de arbolado urbano, un tejido algodonoso que recubría 1.500 ejemplares. Un estudio pormenorizado les llevó a descubrir esta pequeña especie, similar a una cigarra de 2 ó 3 mm. La falta de bibliografía en España y nuevas investigaciones les pusieron en contacto con la empresa Bioplanet, quienes habían encontrado en el control biológico un arma eficaz para acabar con la especia hermana «Psila del Peral» que atacaba los cultivos agrícolas de Italia. En este caso, un tipo de chinche se revelaba como la alternativa natural a los insecticidas. Soltar una especie depredadora garantiza acabar con la plaga sin generar otra, puesto que la falta de comida determinará el final del ciclo vital de la especia introducida: «En ambiente rústico es más fácil introducir al enemigo biológico puesto que se puede refugiar en el entorno, sobre la tierra o la maleza que es en principio la zona no ocupada por los individuos de la plaga», explica Cifuentes.

Control biológico
La experiencia en control biológico en cultivos agrícolas se lleva practicando con éxito desde hace años. En los invernaderos de productos agroalimentarios la suelta de parásitos, como virus u hongos, o depredadores en un entorno controlado garantiza la desinfección de las plantas y verduras sin añadir contaminantes artificiales. Lo que sí parece inminente es buscar la alternativa a los tradicionales insecticidas en el arbolado urbano. Desde 2009 se encuentra vigente la Directiva Europea 2009/128 CE que pretende limitar en los Estados Miembros el uso de plaguicidas en jardinería urbana y áreas expuestas al público: «todavía no es obligatoria en España; se supone que nos igualaremos al resto de Europa, pero la lista de productos fitosanitarios que se pueden usar cada vez es más reducida. En las ciudades sólo hay experiencias pilotos aisladas que prueban controles biológicos», explica Cifuentes.


Al principio, en el caso del ficus, se comprobó que los productos fitosanitarios no daban resultados satisfactorios por la capa algodonosa con la que se recubre la plaga. Para acabar con la «Psila» se introdujeron cajas con 20-30 individuos de «Anthocoris» (su depredador natural) en cada arbol. Durante el primer año se decidió completar el tratamiento en algunos ejemplares con Alginato, una sustancia química obtenida de algas marinas que entrampa a la «Psila» produciéndole la muerte por asfixia. Este complemento se introdujo por la diferencia en los tiempos de hibernación de ambas especies, la «Psila» por debajo de los cinco grados y «Anthocoris» por debajo de los diez; el primer año hubo una proliferación de la plaga tras una primera suelta de su depredador y una bajada de las temperaturas. En la actualidad se ha conseguido controlar la plaga sin utilizar insecticidas.


Su estudio, que le ha valido al autor el reconocimiento de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, ha generado movimientos alrededor, entre otros descubrir que la «Psila» está extendiendo su radio de acción a otras especies: «Se han visto en arbolado urbano en Barcelona, Málaga, Canarias, Mallorca, Almería... y en otras especies como el cercis o árbol del amor, eucalipto, laureles, acacias, tipuanas, albizias. Además del efecto antiestético de esta capa algodonosa, la plaga puede provocar que el árbol muera y que se extienda a otras plantas», explica Cifuentes.


Bajo este nuevo paraguas regulador habrá que encontrar una alternativa, señala Ángel Rubio Tormos, miembro de la Asociación Española de Paisajistas: «contra plagas tradicionales como la oruga del olmo, la procesionaria del pino o los pulgones. Para estos últimos, en cultivos agrícolas se están soltando mariquitas comunes». Otro dato interesante al que apunta Rubio es la necesidad de «combinar árboles de hoja caduca y perennes y huir del monocultivo para casos como éstos de plagas. Se han desechado especies autóctonas como la encina. Se han puesto demasiados ficus, al igual que con el boom inmobiliario se trajeron palmeras de Egipto de forma masiva. El arbolado urbano tiene que tener planificación y control y no funcionar por modas ni caprichos», termina.