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La heredera del imperio de la ropa

Amancio Ortega, el creador de Zara, ha dado un paso atrás, y Pablo Isla ha tomado el poder. Pero todo indica que es su hija pequeña, Marta, la destinada a dirigir la mayor empresa textil del mundo.

Marta Ortega ha trabajado escondiendo su identidad en las tiendas de Zara de Shanghái, París y Londres
Marta Ortega ha trabajado escondiendo su identidad en las tiendas de Zara de Shanghái, París y Londreslarazon

Todo cuanto ha trascendido de Marta Ortega pertenece a la esfera del «se dice, se cuenta o se rumorea». Cada declaración que pudiera afirmar algo concreto sobre ella llega suscrita por un «amigo de la familia» o «un empleado anónimo» o un periodista que no quiere rubricar su información. Se debe, sin duda, al gran temor –humildad– que la familia Ortega la mayor fortuna de este país, tiene a convertirse en objeto de elucubración en los medios.

Desde muy joven, y a diferencia de sus dos hermanos, la hija pequeña –y «niña de sus ojos», según refieren allegados– de Amancio Ortega, parecía destinada a servir de carnaza del papel cuché. Máxime cuando a los diez años comenzó a practicar hípica y logró un palmarés más que interesante jalonado de premios nacionales e internacionales. Entre otros, se alzó con el trofeo Príncipe de Asturias y fue campeona nacional de su categoría, siendo apenas una niña.

En una entrevista del 2003, en el diario «La Opinión» –posiblemente la única vez que haya hablado para un diario–, manifestaba que los caballos no serían su profesión última. «De momento –detallaba vagamente–, estudio empresariales en Londres».
No ha habido más declaraciones. Pero sí fotos. Y muchas. Casi siempre con teleobjetivo.

Debido a su afición a la hípica, así como a sus relaciones de amistad con un entorno exclusivo, entre quienes cabría destacar a Athina Onassis o Carlota Casiraghi. Tanto la hija de la princesa Carolina de Mónaco, como la nieta del magnate griego han acudido –esta última, junto a su esposo, Álvaro «Doda» de Miranda–, al centro hípico Casas Novas, en la localidad de Larín, que Amancio Ortega construyó en 1999 para que Marta pudiera entrenar siempre que quisiera.

Pero las especulaciones, la rumorología y las fotos robadas cesaron hace tiempo, no sin antes haber relacionado a la benjamina de los Ortega, entre otros muchos pretendientes, con el hijo jinete de José Bono o con uno de los seis vástagos del presidente del Banco Pastor.

«Casi ninguno de los noviazgos que se le han adjudicado ha sido cierto», afirmaba un amigo personal de don Amancio. A fecha de hoy, Marta –de 27 años– lleva más de tres años saliendo con el mejor jinete de nuestro país en la modalidad de salto, el asturiano Sergio Álvarez Moya, y la maquinaria de la prensa rosa parece haberse olvidado de ella. Como es «marca de la casa» sigue sin conceder exclusivas, no posa para ninguna portada internacional, ni asiste a fiestas, homenajes, galas benéficas o demás eventos. Evaluados desde fuera los pocos datos que han trascendido de esta joven que ama a los caballos, se puede colegir que ha sido bien educada, no ya en los mejores centros –que también– sino en el ambiente espartano vital y «casi estajanovista» laboral, que preside la hoja de ruta de su padre, el creador del emporio Inditex.

Se acabó la formación

Esta semana, en cambio, pocos medios han dejado de publicar su nombre, asociado al concienzudo plan de futuro que el empresario gallego ha puesto en marcha, para el relevo generacional. Para añadir más leña al fuego de los rumores, Marta ha regresado de un largo periodo de formación por Europa y Asia, para trabajar en la sede central de Arteixo (La Coruña), y así, acaso, tomar el timón de las sociedades patrimoniales de su progenitor.

De su aterrizaje en la sede del grupo, sólo se hizo eco «La Voz de Galicia» hace dos meses, reflejando que había recalado en el polígono de Sabón, donde no tiene un puesto fijo ni una responsabilidad concreta. «Le queda mucho camino, está aprendiendo y no se sabe qué va a pasar dentro de cinco o diez años», dice uno de los empleados. Mientras la prensa económica revelaba el minucioso plan de Ortega para que su hija tome las riendas futuras del emporio, Jesús Salgado, autor del libro «Amancio Ortega: de cero a Zara» (La Esfera de los Libros) glosa: «El relevo coge a Marta demasiado joven, ya que aún no ha completado su formación».

Suena paradójico, cuando la educación de Marta ha sido medida al milímetro: educada en los Jesuitas de La Coruña y en un internado en Suiza después, se licenció en Ciencias Empresariales en la prestigiosa European Business School londinense. Concluida la licenciatura, se produjo su proceso de inmersión en los dominios laborales familiares. Se convirtió durante un tiempo en una anónima empleada de un centro Zara. Cada hora revisaba el estado de los estantes para reponer las prendas.

Dos veces por semana trabajaba desde las 7:30h en la recepción de la mercancía para su posterior clasificación, según se tratara de prendas dobladas o colgadas. Atendía al público, supervisaba el centro y llegó a familiarizarse con la milimétrica organización de un concepto de tienda donde cada detalle es estudiado de antemano, desde el escaparate hasta la ubicación del último tarro de caramelos. Pero también en aquella ocasión pasó inadvertido que aquella trabajadora anónima, era la hija menor del dueño de Inditex –y, según cuentan, la inspiradora de su padre para crear la línea de ropa juvenil que distribuye una de sus cadenas preferidas: Bershka–. Así, empezando por abajo y tras manejar al dedillo los entresijos de la empresa, pasó después a trabajar en las oficinas de París, Londres y Shanghái. El objetivo de este «training» vital y laboral estaba destinado a prepararla para que algún día –«si ella quería»– tomase el relevo de la mayor fortuna de España. Pero, ¿significa el paso que ha dado su padre esta semana que ella ha aceptado ser «la heredera»?

La hija pequeña

Pero situémosla en la genealogía familiar: se trata de la tercera hija del impulsor de Zara, y la única nacida de su segundo matrimonio con Flora Pérez. Sus dos hermanos, nacidos del primer matrimonio de Amancio Ortega con Rosalía Mera –por cierto, considerada la mujer más rica de España–, son: Sandra, apartada de Inditex y que trabaja en la corporación empresarial de su madre –Rosp Corunna–, donde ocupa una docena de cargos y, el mediano, su único hijo varón, nacido con una grave discapacidad, que motivó al empresario a promover la creación de la Fundación Paideia –institución de apoyo a menores con deficiencias–.

«En la distancia corta es muy cordial, nada presumida y muy afable. Desprende el encanto y la sencillez de la normalidad. Sus padres la han educado magníficamente. Aunque se lleva fenomenal con ambos, tiene una gran complicidad, admiración y cariño hacia su progenitor» –dice un amigo gallego del entorno, que prefiere no ser citado, aunque su apreciación sea tan «blanca»–. Son las coordenadas vitales de esta joven que ama a los caballos, llamada a ser la legataria del mayor imperio textil de este país y que ya figura en la lista de las veinte herederas más influyentes, según la revista Forbes.


Una de las diez fortunas más grandes


Inditex –uno de los principales distribuidores de moda del mundo, con ocho formatos comerciales que cuentan con 4.907 establecimientos en 77 países- es la tercera empresa española en Bolsa (a fecha de esta semana: su valor ascendía a 35.280 millones). Hace sólo unos días, hemos sabido que Amancio Ortega –presidente y fundador del grupo– propondrá la designación de Pablo Isla como Presidente en la próxima Junta de Accionistas, que se celebrará en julio. En cuanto a su hija Marta, fuentes cercanas a Inditex aseguran que no tiene ningún cargo ejecutivo, de igual modo que tampoco parece ser verdad el baile de porcentajes en el accionariado que ha trascendido a los medios. Lo único verdaderamente cierto es que el patrimonio familiar los convierte en una de las diez fortunas más importantes del mundo.