Cataluña

La «Operación Hungría»

La Razón
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En 1867, el imperio austriaco dio un paso político llamado a tener una enorme trascendencia. A pesar de que el secular imperio de los Habsburgo contaba con las más diversas poblaciones en su seno, su cabeza llegó a la conclusión de que el mayor problema lo planteaban los húngaros. Ni checos, ni judíos, ni siquiera italianos. Los húngaros. Así, en un intento por evitar posibles secesiones, el emperador aceptó dotar a Hungría de un estatus diferente y privilegiado. En teoría, semejante arreglo –injusto hasta la médula por lo que implicaba de trato de favor– aseguraba no sólo la permanencia de Hungría en el seno de la corona, sino además la estabilidad de la dinastía y con ella del imperio. La realidad acabó siendo muy distinta. De entrada, los húngaros llegaron a la conclusión de que estaban legitimados para pedir cada vez más y no dejaron de crear tensiones. Al fin y a la postre, el imperio austro-húngaro acabó saltando por los aires independizándose la mayor parte de sus regiones y cayendo la monarquía para dar paso a una titubeante república. Personalmente, estoy convencido de que desde hace años –al menos desde que ZP llegó al poder– España ha estado viviendo su especial «Operación Hungría». Alguna mente privilegiada –y millares de canallas interesados– llegó a la conclusión de que la estabilidad de España y sus instituciones pasaba por seguir aceptando los privilegios de las Vascongadas recogidos en el cupo vasco y, a la vez, otorgar una situación también de privilegio a Cataluña mediante un nuevo Estatuto que permitiría que sus oligarquías saquearan el resto de España. Además, existían otros alicientes añadidos. Por ejemplo, como dejó de manifiesto el Pacto del Tinell suscrito por el PSC y los nacionalistas catalanes, había la posibilidad de concluir una alianza con los nacionalistas que apartara a la derecha del poder por los siglos de los siglos. Incluso si ETA llegaba a sumarse, ZP podría tener su Premio Nobel de la paz. Los resultados de la citada operación no han podido ser más desastrosos. El sistema constitucional está herido de muerte y no sé si alguien se atrevería a apostar por su perdurabilidad a medio plazo; los terroristas de ETA se encuentran en las instituciones y podrían anunciar la independencia de su mítica Euskalherría el año que viene; el PSOE ha quedado destrozado tras los fracasos electorales de Carme Chacón, Pachi López y Rubalcaba; y la economía nacional parece haber sufrido el paso del caballo de Atila y el resto de su manada equina. Para colmo, Mariano Rajoy tiene ahora que pechar con unos nacionalistas que, por supuesto, siguen exigiendo sus privilegios. Pues no hay dinero. Simplemente, no lo hay y o se embridan las ambiciones nacionalistas y se vuelve a cierta racionalidad o el sistema acabará saltando por los aires. Igual, igual que sucedió con la primera «Operación Hungría».