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Falta de contacto por Fernando de Haro

La Razón
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El voto del señor Cayo, disputado desde el 78, tiene que ver poco con el nombre y el apellido de los diputados de su circunscripción. El señor Cayo desde que volvió la democracia vota siglas y partidos. Pero a la gente de la lista no los conoce. Muchos, cuneros ellos, ni siquiera son de la tierra. En el fondo es indiferente que el señor Cayo sepa si a quien está metiendo en el Congreso de los Diputados es mozo o moza, señor o señora. Los señores diputados votaran lo que les diga su formación y difícilmente alzarán la voz. Por eso el tiempo que tendrían que emplear en hablar con los cientos de miles de señores cayos de su provincia, en recoger sus sugerencias, en hacer llegar sus deseos hasta la casa de la democracia, y en disputar el favor de los que depositan las papaletas en las urnas les queda libre. No es momento para favorecer la antipolítica. La crisis y los ajustes están provocando el incremento de un sentimiento anarcoide e irresponsable que tiende a culpar a los políticos de todos los males que sufrimos. Pero precisamente para que ese movimiento difuso no crezca es necesario reconocer que la partitocracia que se ha desarrollado en los últimos años en la España es muy perniciosa. Nuestra historia reciente exigió que se creara un sistema de partidos fuertes. Pero a estas alturas ya hubiera sido necesaria una reforma que obligara a los diputados a someterse a algún tipo de selección por parte de los electores. Las listas abiertas pueden plantear problemas jurídicos, pero hay sistemas como el alemán que pueden servir de referente. A qué dedican los diputados el tiempo es una consencuencia de su falta de contacto con los electores.