Artistas
Pan entre las nubes
Mientras está enfrascado en el disfrute del placer, un hombre puede ser capaz no sólo de olvidar sus deberes y posponer sus compromisos, sino, incluso, de controlar su conciencia hasta el punto de ignorarla. Eso significa que al evadirse de su conciencia, el hombre hedonista se siente por completo libre de cualquier remordimiento. Una vez conseguida esa indiferencia moral, un hombre puede ser capaz de lo mejor y de lo peor, de modo que si se deja llevar por la ira será un criminal, o un artista si en su amoralidad dispone de los medios que le permitan exhibir su talento al margen de los límites a los que podría haberle obligado su conciencia. El problema surge cuando los placeres desembocan en un cansancio insoportable y por culpa de los excesos aparece el asco, esa sensación que a menudo empieza por una náusea en el estómago y acaba con un sentimiento de culpa que puede resultar insoportable. Es como cuando al final de un esfuerzo sostenido, el corredor de fondo se detiene exhausto en la meta y, aturdido y asfixiado, se da cuenta de que el indoloro placer de correr ha sido sustituido al final por un extraordinario cansancio del que tardará días en reponerse. Hay tratamientos farmacológicos que ayudan a reponerse del esfuerzo físico y del cansancio moral, pero a veces eso no funciona y entonces la solución puede ser imprevisible, con frecuencia dolorosa, y a veces, trágica. Ciertas dosis de ansiolíticos permiten luchar con éxito contra el vacío existencial en el que se encuentra el hombre amoral al final de los placeres. Uno descubre entonces que la conciencia en realidad no se había esfumado y que le estaba esperando para cuando decidiese detener la marcha y coger aire. Aparecen entonces los remordimientos que creías superados y no sabes muy bien qué hacer con ellos, como cuando al ver el noticiario de la televisión el aviador de combate se percata durante el almuerzo de los terribles destrozos causados durante el bombardeo de la noche anterior. En el transcurso del placer, como en el medio de las nubes, tomamos decisiones sin pensar en cuál pueda ser su verdadero alcance. Después recobramos la calma, echamos un vistazo a lo ocurrido y descubrimos con espanto que la conciencia nos reprocha nuestra conducta hedonista igual que al aviador le remuerde en la suya la noticia de que al amparo de la oscuridad lanzó sus bombas sobre un hospital. Yo he cometido muchos errores en mi vida por culpa de agotar los placeres y cargo con muchos remordimientos por eso. Podría reanudar la marcha y prescindir otra vez de mi conciencia, pero, ¿sabes?, por suerte he llegado a la conclusión de que aún estoy a tiempo de asomar entre las nubes y bombardear con pan los hospitales.
✕
Accede a tu cuenta para comentar