Munich
Ratzinger el hombre que se plantó ante las SS
La biografía «Benedicto XVI, el Papa alemán» aborda el ser y el hacer del Santo Padre desde una infancia y adolescencia marcadas por la opresión del nazismo
MADRID- Cuando uno se topa de frente con la trayectoria de aquel que lleva el timón en la barca de Pedro, puede caer en la tentación de dejarse llevar por la imagen de teólogo de referencia, pastor de grandes masas y jefe de Estado. Sin embargo, bucear por el ser y hacer de Joseph Ratzinger implica toparse con un caminante, un peregrino que nunca se planteó suceder a Juan Pablo II, a pesar de ser un hombre de su confianza al que a menudo le tocaba bailar con la más fea como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. «A decir verdad, nunca hubiera pensado que sería Papa, pues era un muchacho bastante ingenuo, en un pequeño pueblo muy alejado de las ciudades, en una provincia olvidada. Éramos felices de vivir en esa provincia y no pensábamos en otras cosas», confiesa.
Precisamente a través de «Benedicto XVI, el Papa alemán» (Planeta Testimonio), Pablo Blanco relata la vida del Santo Padre como un hombre que vive pegado a su tiempo, con los pies en la tierra y, a la vez, el alma puesta en Dios. De ahí lo suculento de la recopilación de testimonios en primera persona de este intelectual bávaro que domina sin problemas seis idiomas: alemán, italiano, francés, latín, inglés y español. «Hoy me cuesta comprender cómo el Señor ha podido pensar en mí, destinarme a este ministerio. Pero lo acepto como venido de sus manos, aunque es algo sorprendente y me parece que va mucho más allá de mis fuerzas», asegura el Papa cuando echa la vista atrás para recordar su infancia como el tercero y más joven de los hijos de un oficial de Policía y una ama de casa. Sin duda alguna, al igual que le ocurrió a Wojtyla con el comunismo, el régimen nazi marcó cada uno de sus movimientos, hizo fortalecer su vocación como sacerdote y ha sido clave para uno de los temas de reflexión recurrentes en su Pontificado: la dictadura del relativismo y la búsqueda de la verdad. «La lección que me enseñaron aquellos años de nacionalsocialismo se resume en oponerse a la opinión dominante», reconoce.
La «tortura» del deporte
Y como, ante todo, es humano, este perfil que supera las 600 páginas revela sus vía crucis cotidianos de juventud, como las dificultades y renuncias que entraña dejar a la familia para ingresar en el seminario menor. «Soy de las personas que no están hechas para la vida en un internado. El encontrame en una sala de estudio con cerca de setenta compañeros suponía para mí un gran sufrimiento». Pero lo peor era la gimnasia. «Lo que me fastidiaba más todavía era que estaban previstas todos los días dos horas de deporte (...). Esta circunstancia llegó a ser para mí una verdadera tortura, ya que no estoy lo que se dice especialmente dotado para el deporte». Poco futbolero, «excepto en esto y en dibujo, en todo lo demás era el primero de la clase», dice su biógrafo.
Como consecuencia de la guerra, el seminario fue requisado como hospital militar. Aun así, el rector le reubicó en un colegio cercano. Pero la situación se complicó aún más y en 1941, con 14 años, el régimen exigió la afiliación obligatoria a las Juventudes Hitlerianas. «Cuando ocuparon el seminario, las dejé, y eso me procuró bastantes problemas, pues sólo podía conseguir el dinero para matricularme al enseñar el carné de las Juventudes», explica. Es más, se vio obligado a realizar trabajos forzados ya con 17 años. «Aquellas semanas de servicio laboral han permanecido en mi memoria como un recuerdo opresivo», señala un Ratzinger que se negó a formar parte de las SS. «Tengo la intención de hacerme cura católico», respondió con contundencia ante tal la propuesta con un «no» que «dijo aparentemente tranquilo con su voz aguda», relata Pedro Blanco.
A pesar de esta negativa, en 1944 se vio obligado a participar en un entrenamiento básico en Hungría, dentro de un servicio de estrategia nazi. Ratzinger desertó en los últimos días de la guerra, pero fue hecho prisionero por soldados aliados en un campo cerca de Ulm en 1945. «Vivíamos sin relojes, sin calendario, sin periódico», apunta sobre aquella vivencia compartida con otros cincuenta mil prisioneros.
Incluso allí pudo compartir la celebración de la eucaristía y apuntalar una fe que crecería aún más después de la guerra hasta el 29 de junio de 1951, cuando fue ordenado sacerdote. A partir de ahí, su entrega a la Iglesia fue recompensada con diferentes cargos que se precipitan prácticamente hasta hoy.
Una gran lección
El 24 de marzo de 1977 fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising, y apenas tres meses después, Pablo VI lo nombró cardenal. Ese día se produce su primer encuentro personal con Karol Wojtyla, después de muchos años de intercambiar con él correspondencia, ideas y libros, una amistad estrecha que le llevó a presidir el funeral de aquel al que sucedería días después. «Para mí, su paciencia ante el sufrimiento ha sido una gran lección, sobre todo el llegar a ver y sentir cómo estaba en las manos de Dios y cómo se abandonaba a su voluntad», comenta sobre el día previo a la muerte de Juan Pablo II, tal vez reflejo de esa entrega sin límite que él vive ahora como Pontífice.
Fumata blanca para el cardenal de confianza
Cuando el 25 de noviembre de 1981 Juan Pablo II nombró a Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe confiaba en el bávaro uno de los cargos más trascedentales dentro del engranaje vaticano. Entre otras cosas porque le tocaría lidiar con asuntos como la teología de la religión, la homosexualidad y la pederastia. Un puesto difícil para un hombre de absoluta confianza. De ahí que los que trabajaban estrechamente con el Papa polaco tenían pocas dudas de que la tarde del 19 de abril de 2005 su nombre acompañara a la fumata blanca del cónclave.
Una entrega sin descanso
Con 9 años
Joseph Ratzinger es el tercero y más joven de los hijos de Joseph y María Ratzinger. Esta imagen data de 1938.
Fe compartida
El 19 de junio de 1951 Joseph Ratzinger y su hermano Georg fueron ordenados sacerdotes en Múnich. Celebró su primera misa en Traunstein
Responsabilidad
El 24 de marzo de 1977 Ratzinger fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising y como tal presidió numerosas vigilias de oración, como la de la imagen, en 1981, por los perseguidos en Polonia
Ficha
«Benedicto XVI, el Papa alemán»
Pablo Blanco Sarto
Ed.: Planeta Testimonio
608 páginas
21 euros
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