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Nostalgia operativa por Miguel Ángel Hernández
Se ha dicho por activa y por pasiva que estos han sido los Oscar de la nostalgia. Tanto «The Artist» –la ganadora– como «La invención de Hugo» –mucho mejor película– o incluso «Midnight in Paris» –Woody Allen en todo lo suyo– ponen en juego una especie de estética de la nostalgia que camina hacia el pasado y que es propia de un tiempo desquiciado como el nuestro que ya no sabe hacia dónde va. De todos modos, debemos tener claro que no todas las nostalgias son iguales. Tal y como sugiere Svetlana Boym en su libro «The Future of Nostalgia», hay una nostalgia improductiva –puro regodeo en el pasado y toma de conciencia de que «sólo existe la felicidad en el aire que una vez respiramos»– y una nostalgia operativa, que observa el pasado sin perder de vista el lugar en el que se encuentra, buscando en la historia lo que no quedó resuelto para reactualizarlo y ponerlo a funcionar en el presente.
Estos dos modelos son los que se han jugado los Oscar. Frente a la nostalgia de «The Artist», que es un mero pastiche del pasado sin aportar nada al presente, la nostalgia de «La invención de Hugo» tiene que ver con el rescate y la reactualización de la historia. Sin dejar de ser una ficción infantil, es una reivindicación de la figura de Georges Méliès, pero a diferencia de «The Artist», no se trata de una mera imitación del pasado, sino que lo que hace Scorsese es hacer lo que habría hecho Méliès, utilizar las 3D y la tecnología del presente para presentar el cine como fábrica de sueños. Es decir, nostalgia operativa, que sirve para iluminar el presente con los sueños y las promesas del pasado. Una conexión entre tiempos y no tanto una mirada a un pasado inerte y monumentalizado.
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