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Aficiones por María José Navarro
Ignoro si es producto de nuestro particular concepto del ocio, de la cantidad de tiempo libre que tenemos, de las muchas horas de sol de las que disfrutamos por estas latitudes, o de nuestro expansivo y extrovertido carácter, pero el caso es que a los españoles nos sigue encantando insultar al aire libre. Ojo, que no digo yo que la ofensa «indoor» haya reducido adeptos. Únicamente me remito a constatar que no hemos perdido ni un ápice de gusto por la turba y por aprovecharnos de la impunidad que proporciona el lío. El ejemplo por excelencia lo teníamos en el fútbol, pero ahora se ha trasladado a la puerta de los juzgados. En el primero de los casos y a falta de respuesta estilo Cantona, el aficionado patrio se ve protegido por la grada para escupir a sus anchas todo tipo de exabruptos y se va a su casa más ancho que largo y con cara de «menudo soy yo cuando me pongo». Ahora, ya digo, la escena se ha trasladado al exterior de los juzgados, donde le hemos pillado el gusto a acudir para poner como un trapo al contrario, al árbitro y a nuestros propios jugadores, porque ya no se distingue tampoco entre el imputado, el testigo, el abogado defensor, los jueces, y el empedrado. Ojo (de nuevo), no digo yo que los culpables sean inocentes o los inocentes culpables, digo que acudir a llamar «zorra» a la ex directora general de la CAM, por muy deleznable que pueda parecernos su actuación profesional, no le sienta bien al Estado de Derecho, esto tan aburrido y que tanta risa nos da y que evita que esto sea una jungla sin sentido.
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