Sevilla
Zoido se da un baño de multitudes en su primer Corpus como alcalde
La festividad del Corpus Christi tuvo ayer en la ciudad uno de esos episodios que pasarán a los «anales» de la memoria popular y política de los sevillanos. Aunque la estampa de los seises bailando ante el altar del jubileo, las esperas de abanicos y sudores sobre la juncia y el romero; el madrugón de traje, corbata y medalla al cuello, y el fuerte calor del mediodía fueran los habituales, éste se recordará como el año del Corpus de Zoido.
Desde que el cortejo comenzó a salir a las 08:30 horas por la puerta de San Miguel, los murmullos y los comentarios sobre el estreno de Juan Ignacio Zoido como alcalde en la procesión fueron creciendo hasta que tras la Custodia aparecieron las autoridades civiles de la ciudad. De manera espontánea, los aplausos y los saludos al nuevo regidor popular se fueron sucediendo durante gran parte del cortejo, para satisfacción del propio Zoido y del resto de concejales del Partido Popular, que también se llevaron parte del cariño de algunos sevillanos. Mientras, Juan Espadas, el líder de los socialistas y gran perdedor de los pasados comicios, ponía buena cara y sonreía cuando escuchaba comentarios que criticaban la gestión del PSOE en los últimos años y, en especial, sobre la persona de Alfredo Sánchez Monteseirín.
Ante el altar de la patrona de la Corporación Municipal, la Virgen de la Hiniesta, dos señoras buscaban al alcalde. «¿No es el que estaba antes?», preguntó una de ellas, a lo que le respondió una tercera, eufórica, con un sonoro «¡no!, ahora es Zoido, el muchachito que se presentó a alcalde. Ése que está en medio». En algunos momentos, los aplausos y las ovaciones hicieron que la emoción se impusiera a la compostura y al protocolo. También hubo otros estrenos, como sucedió con Enriqueta Vila, que participó por primera vez como directora de la Academia de Buenas Letras.
Fuera de los vítores y del baño de multitudes, este año la procesión estuvo marcada principalmente por las altas temperaturas, que se sufrieron al final de la mañana, y por lo nutrido de las representaciones de las hermandades, en especial las de penitencia. Tal es así, que la Custodia no salió hasta casi las once menos cuarto. El hermano mayor de Los Gitanos, José Moreno, señalaba a este respecto, que los miembros de su cofradía que tomaron parte en la representación superaron el centenar. Sin embargo, el buen ritmo que llevó en todo momento la procesión no hizo que se hiciera pesado verla. Sobre todo, en las primeras horas de la mañana, cuando el calor no era tan fuerte.
Pese a ello, la presencia de público fue bastante inferior a las de otras ediciones y hubo comentarios acerca de la escasez de fieles. Varios hermanos de Pasión criticaban esta situación, que, según uno de ellos, venía provocada porque los «actos de las vísperas están superando a la propia procesión». Se trata de la noche en la que se montan los altares y en la que las calles principales del centro se llenan de gente que asiste a los conciertos y al concurso de balcones. Así, un año más, Sevilla volvió a vivir una jornada plena en la que la decoración de las casas particulares y de los comercios siguió demostrando el apego que hay a esta celebración entre los vecinos del casco histórico. Entre ellos, los niños, que con las vacaciones de verano a la vuelta de la esquina, fueron de los que más disfrutaron con los pasos tras una Semana Santa deslucida por el mal tiempo.
El desfile que no cesa, por Silvio
Misterios. Mas no el de la presencia de Dios en una oblea, explicados por la teología o la leyenda (según las creencias de cada cual). Sino los de un rito que vira de forma alarmante hacia el paganismo o, peor, la vulgaridad. Los sociólogos habrán de contar el significado de tanto arqueo de ceja como prodigan los figurones o alguien ducho en el rito procesional debería aclarar si a los varios millares de acompañantes del Santísimo les está permitido charlar con cuanto conocido se van encontrando.
Y esas gafas de sol mañaneras, que los coristas gaditanos llaman «tapalitros», ¿son para disimular los estragos del madrugón o los del trasnoche? Puede que para mimetizarse con los guardas jurados que protegen los altares. Tres horas y media pasando gente. Si todos fuesen a la iglesia el domingo, habría que cantar misa en el Benito Villamarín.
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