Moda
Fondo de armario
El fin del verano lo dicta el fondo de armario cuando se queda sin ídem y miramos la ropa colgadas en las perchas con desaire y cierta animadversión por estar ya muy vistas, al menos por nuestro espejo. El «ya no sé qué ponerme» no es una frivolidad, es la constatación de nuestro aburrimiento indumentario tras emparejar y desparejar camisas, pantalones y faldas hasta agotar todas las posibilidades. En septiembre se mira la ropa de invierno con arrobo, como un objeto del deseo que ya tarda demasiado en consumarse.
Con este estado de ánimo tan propicio los madrileños reciben hoy la Noche de la Moda con la tarjeta de crédito entre los dientes y esa disposición enloquecida que sólo se ve en las épocas de rebajas, cuando todas (y todos) sacamos al modelo que llevamos dentro de tanto ponernos y quitarnos ropa aunque no demos la talla. Y luego viene Cibeles... y después el recibo del banco, que nos pone en nuestro sitio y siempre nos deja tiritando aunque sea pleno agosto.
Disfruten de ese placer de mandar al anonimato el algodón y el lino para dejarse acariciar por la lana y la piel, si puede ser de otro ser humano, mejor. Puestos a renovarse, no está de más un buen surtido de caricias recién estrenadas como la ropa que llevamos y que con tanta habilidad alguien retira con suavidad tras ser seducido... ¿Quién dijo que la moda no era importante? Es nuestra credencial para avivar el deseo ajeno.
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