Teatro

Murcia

Martín Lejárraga y el espacio vacacional por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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«La conquista del espacio», el arquitecto Martín Lejárraga ha ideado una de las instalaciones más sugerentes y densas de cuantas han ocupado nunca la sala de exposiciones de Verónicas. Bajo la apariencia de un ambiente de playa lúdico, que pretendiera epatar más que concienciar, este auténtico «betweener» de la cultura –deambula siempre por esas zonas de nadie, sin nombre propio, que se nutren del sentido perdido de los diferentes lugares estructurados de la Institución- ha puesto el dedo en la llaga de algunos de problemas y procesos más acuciantes de la realidad actual. Entre ellos, el del espacio público entendido como espacio de participación, de convivencia plural y disidente. Su postura es meridiana: no hay espacio público a priori; éste se construye y transforma con cada uno de los «usos» que el ciudadano le confiere. Nada hay más experiencial y performativo que la participación. Cualquier definición a priori que se pretenda realizar de él se traducirá en una perversión de su potencial y de su amplio espectro de posibilidades.

Pero, en rigor, a Martín Lejárraga no le interesa cualquier tipo de espacio público; antes bien, su interés se centra principalmente en lo que podríamos denominar los «espacios vacacionales». Para comprender el alcance de esta noción, hay que partir de una aclaración: por «vacacional» no se pretende hacer referencia a un territorio de evasión y de descarga de la responsabilidad de transformación social. Por el contrario, lo que cuenta en este entorno es la crítica explícita que se efectúa del modelo de experiencia capitalista, basado en el modelo de la eficacia productiva y la comunidad de intereses. La introducción –como si de un «intervalo suelto» se tratara- de un margen para el ocio en la malla productiva de la sociedad actual lleva implícita una interpretación de la resistencia política en términos de «experiencia lúdica». Como bien es sabido, el juego no conlleva ninguna ganancia que se pueda traducir en términos de eficacia o productividad social. Desde ese punto de vista, constituye una alternativa higiénica a un modelo experiencial como el contemporáneo, cuya hipertrofia e histeria se ha concretado monumentalmente en la crisis económica que padecemos. Sólo por experimentar esta mundo en divergencia ideado por Martín Lejárraga vale la pena la persistencia de la cultura en estos tiempos en los que tanto se la denosta.