Estados Unidos
La clase media centra la batalla por César Vidal
El Departamento de Comercio informó ayer de que el PIB de Estados Unidos había crecido un dos por ciento desde el mes de julio al de septiembre. Se produce así un aumento de la tasa de 1,3 por ciento del segundo trimestre.
El dato –bueno, pero no para crear entusiasmo– confirma la tesis de que la economía norteamericana se está recuperando aunque el proceso resulte más lento de lo que todos desearían y es susceptible de pesar en los días que quedan hasta las elecciones. Lo cierto es que, antes de que comenzara, no fueron pocos los analistas que anunciaban que la presente campaña iban a ser la más ideologizada de todas las vividas en las últimas décadas.
Se creía que Obama y Romney opondrían dos modelos de sociedad absolutamente enfrentados e irreconciliables. Sin embargo, la realidad ha sido exactamente la contraria. Los dos candidatos se han centrado –en todos los sentidos del término– en propuestas prácticas dirigidas a la clase media que, en algunas áreas, no presentan grandes diferencias. Semejante circunstancia significa que algunas de las causas políticas –presuntamente importantes– han sido borradas de la agenda de los dos partidos. No deja de ser significativo que en los tres debates presidenciales ni una sola vez se hiciera referencia al cambio climático, al calentamiento global o al matrimonio de homosexuales. Incluso el tema del aborto fue orillado como una cuestión de interés secundario tanto por Romney como por Obama.
El pragmatismo de esta conducta salta a la vista. Cuando en junio de 2008, Obama aceptó la nominación demócrata se refirió al momento en que la subida de los océanos comenzaría a descender y el planeta a curarse. Era una referencia a los dislates que podían verse en el conocido documental de Al Gore sobre el cambio climático. A día de hoy, el tema ha sido abandonado. Algo similar ha sucedido con la cuestión de las armas que siempre ha tenido un papel importante en las elecciones. En 1993, Clinton firmó la ley Brady que limitaba su compra. La norma expiró en el 2004, pero ninguno de los candidatos se ha manifestado a favor o en contra de volver a prorrogarla.
Aún más chocante ha sido el abandono de un tema especialmente caliente como el de la inmigración. En las primarias, Romney mantuvo una posición muy firme contra la inmigración ilegal llegando a decir que había que animar a los que lncurrieran en ella a «autodeportarse». Pero hasta ahí llegó. Salvo en el primer debate, en el que Obama lamentó no haber hecho más por los inmigrantes, el tema se ha ido cayendo del debate político de una manera como mínimo chocante. Chocante, pero no absurda. De hecho, ese olvido intencional podría ayudar a explicar la delantera que Romney ha tomado en un estado tan rebosante de hispanos como la Florida.
Con todo, no cabe la menor duda de que el gran abandonado en esta campaña ha sido el lobby gay. El anuncio de Obama en mayo en favor del matrimonio homosexual levantó unas expectativas extraordinarias –a favor y en contra– especialmente porque el tema ha sido sometido a referendum en distintos estados por regla general con pésimas consecuencias para el lobby gay. Pues bien, ya en la convención demócrata resultó llamativa la manera en que el lobby gay quedaba aislado – incluso físicamente – y situado detrás de los más diversos grupos como si fuera un pariente pobre e incluso molesto. Después ni Obama ni Romney mencionaron la cuestión en los tres debates y tampoco lo hicieron Biden y Ryan. A regañadientes, el lobby gay ha intentado someterse a la disciplina de partido. Los denominados Log Cabin Republicans (Republicanos de la cabaña de troncos), un nombre un tanto cursi para referirse a los homosexuales del partido republicano, acabaron señalando que apoyaban a Romney porque reduciría el gasto y crearía empleos. Por lo que se refiere a los demócratas sólo han conseguido que Obama señalara esta semana que apoyará la legalización del matrimonio homosexual en los estados de Washington, Maryland y Maine. No se puede decir que sea mucho tras sus declaraciones del 9 de mayo que fueron históricas.
Resulta extraordinariamente significativo que una serie de elementos de discusión –y división social– hayan quedado aparcados en esta campaña dejando de manifiesto que son temas minoritarios, de ínfima importancia social y que no merecen la atención de los políticos salvo que deseen dedicarse a la demagogia. A día de hoy, tanto Obama como Romney saben y defienden que lo realmente importante es la defensa de la clase media, la marcha de la economía, la creación de empleo, la bajada de impuestos, la reducción del déficit y la posición internacional de su nación. El resto, guste o no, no pasa de ser farfolla.
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