Murcia
OPINIÓN: El salto decidido a la fe
Al episodio de la multiplicación de los panes sigue el gran discurso sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm. Pero la gente anda un poco a la deriva; la multitud busca el pan del milagro; Jesús se ofrece, a sí mismo, como alimento. Busca ansiosa a Jesús para ser espectadora de nuevos y portentosos signos. Jesús rechaza sus deseos e intereses y les propone que deben buscarlo no por mera curiosidad o por los milagros, sino por «el pan de vida eterna».
La muchedumbre o bien hace preguntas de simple curiosidad - «Cómo, cuándo has venido aquí?»-, o bien de contenido legalista - «¿Qué obras tenemos que hacer…?»-, y otras, en fin, de cierta polémica - «¿Qué signos haces tú para que creamos en ti?». Jesús trata de ayudarles a superar su estrecho horizonte y a desembocar en el terreno de la fe, hasta que, en cierto momento, ellos le suplican: «Señor, danos siempre de ese pan». Es entonces cuando Jesús se les manifiesta: «Yo soy el pan de vida». Pero, aún así, queda mucho por andar. Es imprescindible pasar, mejor, saltar a la fe.
Israel padece hambre en el desierto y recuerda con añoranza su vida en Egipto; Dios pone a prueba a su pueblo, para que tenga conciencia de su condición de indigente y pobre, pero libre. El maná es la respuesta divina a las reclamaciones y murmuraciones de un pueblo hambriento. Es signo generoso de la presencia de Dios, que no abandona ni abandonará nunca a Israel. El maná es el pan del desierto. El maná que ahora ofrece Jesús es el «Pan de Vida Eterna». El maná fue un alimento de corta duración, comida que vale sólo para el día. El verdadero pan de vida dura para siempre; quien coma de este pan vivirá eternamente y no tendrá ni hambre ni sed en su peregrinar.
¡Qué necios somos los humanos! Buscamos seguridades, deseamos y anhelamos prodigios a nivel humano… y nos conformamos con pequeñas migajas del gran poder de Dios, de su inmensa magnanimidad. Él quiere darnos «todo», y no le dejamos ser Dios. San Pablo, en el texto de la carta a los Efesios nos invita hoy a «vestirnos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios», a «renovarnos en la mente y en el espíritu». Es decir, a dejarnos en manos de Dios.
¡Señor, a veces, demasiado a menudo, no nos conformamos con las señales y las pruebas de amor y de atención que has tenido con nosotros, y venimos a ti con raras exigencias! ¡Haznos calar en el fondo de tu ser! ¡Haznos saltar, decididos, a le fe!
¡Feliz y calurosa primera semana de Agosto!, tiempo privilegiado para descansar de agobios humanos y dejarnos encontrar por el inmenso amor de Dios.
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