Cataluña
Otra foto de propaganda
La reunión que el presidente del Gobierno ha convocado para el sábado con 30 grandes empresarios resulta muy sospechosa en la medida en que no se ve su utilidad real, más allá del efecto publicitario que pueda tener. A juzgar por encuentros anteriores con banqueros y constructores, no conviene crearse grandes expectativas. De entrada, el día elegido es inoportuno porque coincide con la jornada de reflexión de Cataluña, lo que supone una interferencia clara en la campaña al protagonizar los telediarios del día. Podrá argumentarse desde las filas socialistas que una foto de esa naturaleza, de Zapatero rodeado del núcleo del poder económico, tendrá un efecto sedante sobre unos mercados recalentados y mostrará al mundo que en España el Gobierno y las empresas hacen un frente común para salir de la crisis y volver al crecimiento. Pero es muy dudoso que los inversores sean receptivos a una foto de estudio, otra más, en la que, además, faltará inexplicablemente el ministro de Industria, departamento imprescindible cuando se habla de competitividad. En Europa prefieren la imagen real del día a día, que muestra una política económica titubeante, unas reformas que no acaban de concretarse y unos volúmenes de gasto público que se resisten al recorte. En el ámbito estrictamente nacional, tampoco resulta convincente la cumbre de Zapatero. Después de dos años largos de crisis y deterioro del empleo, el hecho de convocar a la flor y nata empresarial cuando la confianza en la economía española alcanza mínimos históricos sugiere que el presidente quiere diluir responsabilidades y parapetarse detrás del prestigo ajeno. Porque, veamos, ¿cuál es el objeto de la reunión?: Escuchar las inquietudes de las grandes empresas e implicarlas en la recuperación con más inversión, competitividad y creación de empleo, según dijo ayer el ministro de la Presidencia. Si ya resulta sorprendente que se convoque a unos empresarios para que expongan en privado lo que vienen pidiendo en público desde hace muchos meses, es todavía más asombroso que se les aconseje cómo hacer su trabajo. Si todos ellos son dirigentes de grandes multinacionales, respetadas y admiradas en el exterior, es porque han realizado y realizan una gestión sobresaliente. Por tanto, no es el presidente del Gobierno quien debe «implicar» a los empresarios, sino los empresarios los que deben convencer a Zapatero para que siga sus consejos. Claro que para eso no era necesario improvisar una cumbre: bastaba con releer las propuestas que viene realizando la CEOE desde el verano pasado, que son suscritas no sólo por el Ibex 35, sino por todos los medianos y pequeños empresarios. O también era suficiente con prestar atención a los análisis del Instituto de la Empresa Familiar, de Fomento del Trabajo y de los trabajadores autónomos, que conforman el tejido fundamental de nuestra economía y son los llamados a revitalizarla. En suma, al presidente del Gobierno le habría resultado mucho más util escuchar al PP, cuyas propuestas económicas coinciden con las empresariales, que organizar desayunos sociales en La Moncloa. España necesita que sus dirigentes hagan política con mayúscula, no efectos especiales.
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