Lorca
Biblioteca Nacional tres siglos de tesoros
Una muestra celebra los 300 años de la institución con incunables y códices del Beato de Liébana, autógrafos de Lorca, fotografías, monedas, grabados, mapas y carteles
El actual edificio de la Biblioteca Nacional, en el Paseo de Recoletos, se inauguró en 1895. Sin embargo, hacía más de siglo y medio que la institución había comenzado a funcionar en el Pasadizo de la Encarnación, que conectaba con el Alcázar Real, lo que hoy en día es la Plaza de Oriente de Madrid. Fue en 1711 cuando Felipe V aprobó el proyecto de una institución que estos días celebra su tercer centenario. Para celebrarlo ha proyectado una serie de actividades, con conciertos, conferencias y teatro, agrupadas en torno a un núcleo imprescindible para el visitante: la exposición «Biblioteca Nacional de España: 300 años haciendo historia». Organizada por la BNE y Acción Cultural Española –ayer la presentaron sus responsables, Gloria pérez Salmerón y Charo Otegui, respectivamente–, esta gran muestra con unas 240 piezas, más de 300 si se cuentan las colecciones de monedas, una cuidada selección de los fondos de la institución, será inaugurada oficialmente hoy por los Reyes y abrirá mañana sus puertas al público.
Semejante al Louvre
Organizada en cuatro salas, la muestra, que ha comisariado José Manuel Lucía no surge con pretensión de acumulación de tesoros, sino que ha tratado de seguir un discurso que nos transporta por la historia de la institución y, de paso, por la de España. Así, nada más entrar, se pueden conocer los orígenes de la que inicialmente fue Real Biblioteca Pública –el adjetivo ya define la vocación que la acompañó desde su creación–, fundada por Felipe V a imagen y semejanza de los palacios franceses (el Louvre en particular, entonces biblioteca real) y nutrida de la propia colección del monarca y, más tarde, de la de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. «La idea es hacer un viaje en el tiempo, que cuando entre el visitante se encuentre en 1712 y sienta cómo era la Biblioteca entonces», explicaba ayer Lucía. En la misma sala, que preside un gran planisferio, se muestran en diferentes vitrinas las obras que, por distintas vías, fueron ampliando la Biblioteca Real en sus comienzos, con un peso específico de las incautaciones realizadas a las colecciones de varios nobles durante la Guerra de Sucesión y las permutas que la colección real realizó con monasterios. En este apartado destacan un Beato de Liébana, «Commentarius in Apocalypsin», la pieza más antigua de las expuestas, o el «De Laudibus Sanctae Crucis» de Rabanus Maurus, del siglo XI.
Según cambiamos de sala, entramos en los avatares de la Biblioteca durante los siglos XIX y XX, lo que implica su cambio de nombre al actual en 1836, cuando pasó a depender del Ministerio de Gobernación. Y sus viajes de un lado a otro de Madrid: José Bonaparte quiso modernizar el urbanismo madrileño y proyectó la Plaza de Oriente diáfana, para lo cual se demolió la Biblioteca Inicial. Tras pasar por tres emplazamientos temporales, en 1895 se inauguró la actual sede. Con estos cambios de los que fueron testigos y protagonistas ilustres directores como Leandro Fernández de Moratín (entre 1811 y 1812), Martín de los Heros (1840-1843), Bretón de los Herreros (1847-1854) y Juan Eugenio Hartzenbusch (1862-1875), la Biblioteca fue ampliando sus fondos con grabados y dibujos. Partituras musicales, discos de fonógrafo, grabados, litografías, carteles de teatro, toros, circo y cine, fotografías... Gracias a eso, recuerda José Manuel Lucía, hoy en día la BNE es la cuarta biblioteca del mundo. En la exposición se suceden los tesoros: una pequeña pero valiosa muestra de los 3.500 incunables de los fondos –libros impresos antes de 1501– comparten miradas con partituras originales y firmadas de «La verbena de la Paloma» de Bretón o «El concierto de Aranjuez».
En el apartado fotográfico, los grandes retratistas madrileños de la Gran Vía de los 50, Juan Gyenes y Vicente Ibáñez (Gila se codeó con Ozores en una instantánea inédita al lado de un posado de Gloria Swanson) tienen su sitio, como Centelles Capa, Walter Reuter, Albero y Segovia... Algunos de los grandes fotógrafos de la Guerra Civil, sólo una mínima muestra de las 70.000 instantáneas que la Biblioteca recibió del antiguo Ministeriod e Información y Turismo en 1980. «La idea de la exposición es que la Biblioteca Nacional es mucho más que un depósito de libros», resumía Charo Otegui.
Dos salas más técnicas pero no menos llamativas cierran el recorrido: una dedicada a la tecnología que ha evolucionado en paralelo a la Biblioteca: gramófonos para reproducir la colección de vinilos, discos Symphonion de 24 notas, máquinas para la digitalización de los volúmenes, el primer ordenador de mesa que llegó, con teclados especiales para catalogación, el primer ordenador portátil, que costaba en 1986 un millón de pesetas... La otra, una muestra del trabajo que se realiza de puertas para adentro, donde deja con los ojos abiertos descubrir que bajo el edificio de Recoletos hay doce pisos de archivos y que la BNE cuenta con 250 kilómetros de estanterías para los 30 millones de documentos que guarda.
De Da Vinci y el Beato a Borges
- Entre las joyas expuestas puede verse un Beato de Liébano, los Códices Madrid I y II de Leonardo Da Vinci, con su característica escritura inversa de derecha a izquierda, o el libro de oraciones de los Reyes Católicos.
- Los siglos XIX y XX nutren de tesoros a la colección: hay ex libris de Goya, obras autógrafas de Borges, Buero Vallejo, Miguel Hernández, Lorca, Aleixandre...
- La colección cuenta con dibujos y grabados de Goya, Velázquez, Durero, Rembrandt, Piranesi y llega hasta Chillida y Miró, entre otros artistas.
- La BNE cuenta con 30 millones de documentos archivados en 250 kilómetros de estanterías, entre el palacio de Recoletos –que esconde doce pisos de archivos bajo tierra– y el almacén de Alcalá de Henares, creado en 1993.
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