Ciclismo

Martinica

El rugido fue de Voeckler

Luis León Sánchez tuvo que rendirse ante el ídolo francés en la etapa prealpina. Van den Broeck arañó 32 segundos al líder, Wiggins

El rugido fue de Voeckler
El rugido fue de Voecklerlarazon

En el Tour cada día se reparten leones. Todo ciclista que se viste de amarillo ha llevado alguna vez uno en la maleta que recorre toda Francia hasta los Campos Elíseos. Ése, el de París, es el más grande. El que más vale. Son de esos muñecos gráciles y sonrientes, a los que nunca se les puede negar un abrazo. Ni muerden ni arañan. Inofensivos. Tampoco rugen, silenciosos. La fauna que brama es la que va encima de la bicicleta, los ciclistas. Y en cuestión de rugidos hay uno que lo hace mejor que nadie. Luis León Sánchez, el «León», o el «Luisle», como se le conoce. Hay siempre un día en el Tour, nunca falla, en el que es el rey de la manada. En sus cinco participaciones, ha ganado una etapa en tres ediciones. Dos, el 11 de julio; otra, el 10 porque el 11 era jornada de descanso. «El día del león».

En la etapa que marchaba hasta Bellegarde sul Valserine, a los pies de los Alpes, 11 de julio, «Luisle» afiló colmillos ya en la salida de Macon. A la caza. Y se fue en manada. Egoi Martínez, Voigt, Joan Horrach, Simon Gerrans, Millar… más de una veintena de animales hambrientos. También Thomas Voeckler estaba ahí, el ídolo francés, el ciclista exagerado de posturas y aspavientos. «El pe-queño blanco», como le llamaban en Martinica, donde vivió antes de que su padre se perdiera en el mar Caribe y nunca más se supiera de él. Voeckler corre para su padre, oteando el horizonte, co-mo pensando que desde algún lugar le esta viendo.

Todos tienen algo que dedicar. Voigt, por ejemplo, rezagado en el Grand Colombier, el fantástico descubrimiento del Tour, carreteras estrechas y serpenteadas, la trazada de cada curva acerca un poco más al cielo. O al infierno, como se vea. Voigt se quedó ahí, las piernas de veterano no le daban para más, pero en los últimos kilómetros de llano entre el Richemond y la meta remontó. Espectacular. Él corre por sus hijos, seis tiene. Sigue encima de la bicicleta para alimentar bocas. Y porque así está más tranquilo, lejos de casa.

«Luisle» ruge por su hermano, que murió en un accidente de quad. Le brinda cada victoria. Cada 11 de julio, mágico. No pudo ser esta vez, erró cuando Voeckler se lanzaba a por Devenyns y Voigt en el último kilómetro y se quedó con Scarponi. «Pensaba que era el más fuerte, me equivoqué».

El que nunca falla es Nibali cuando la carretera se pone cuesta abajo. Nada más coronar el Grand Colombier se lanzó como un animal a distanciar a Wiggins. Nibali es el «Tiburón» del pelotón, más fauna. Logró casi un minuto de ventaja ayudado por Sagan, que se descolgó de la fuga para la ocasión, pero quedaba mucho a meta, 38 kilómetros. Fue finalmente Van den Broeck, valiente también en el ascenso, quien junto a Rolland le comió 32 segundos al líder. A base de batallas se gana la guerra.

 

Contador, controlado como nunca
El regreso de Alberto Contador es más que inminente, el 5 de agosto la sanción expirará y los «vampiros» le tienen más que controlado. Tanto es así que Alberto pasó ayer dos controles antidopaje en un espacio de ocho horas. «A las diez de la noche, el de la UCI. A las 6:30 de la mañana, el de la WADA. ¿Falta alguien?», comentaba el corredor del Saxo Bank-Tinkoff en su cuenta de Twitter.
La red social esta siendo en los últimos días el termómetro de los ciclistas en cuanto a controles se refiere. El lunes, el futbolista del Athletic Iker Muniain empezaba la semana indignado por los controles a los que le habían sometido y no se cortó en comentarlo desde su perfil: «¡¡Que bonito que te levanten a las 6:20 para hacer unas pruebas antidoping!! Así, sin avisar, sin anestesia, a pelo, a lo loco...», denunciaba.
Poco tardaron en salir voces de discordia, pues en cuanto a controles y seguimiento, nadie como los ciclistas sufren el «acoso» de los «vampiros». Beñat Intxausti, la joven perla del Movistar, le respondió también usando la misma red: «Hola Iker. Nosotros tenemos unos 10 controles por sorpresa al año más o menos, y sí, ¡sin anestesia ni nada y a lo loco! y los líderes del equipo, pasan cerca de 50 controles anuales como mínimo», escribió el corredor vizcaíno para, tal y como él mismo señaló, «informar, no criticar».