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La amenaza extremeña por Paco Reyero

La Razón
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Para seguir como huésped del Palacio de San Telmo, patrón de los navegantes, Griñán tiene que contar con la piedad de la aritmética y de los comunistas. En la quimera de que PSOE+IU sostengan la mayoría absoluta, el coordinador de Izquierda Unida, Diego Valderas, correrá como un cervatillo al encuentro en la casa común de la izquierda, allí donde la industria del poder hace olvidar pasados obreristas, rurales, callos de escardar remolachas y jerseys hechos a mano. Tuvimos la ocasión de preguntar a la pareja de baile de Griñán por el viento extremeño, un siroco a lo Espinosa, que en mayo dejó plantado a Fernández Vara a las puertas de Mérida. Los comunistas extremeños siguen libres e inmaculados, no viven de las consejerías de Monago y han sufrido el desdén de sus compañeros de la Federal, todos deseosos de encontrar un despacho o al menos un teléfono. Valderas respondió que él no temía ningún viento extremeño en Andalucía y que ellos estarían dispuestos a analizar las ofertas de pacto que le llegaran. «¡A ver quién nos quiere comprar nuestro apoyo!», dijo, y entonces le contestamos: «Ah, ¿pero están ustedes dispuestos a venderlo?». Valderas reconoció que el verbo «comprar» había sido un error y plegó velas. Los comunistas, como saben hasta los galgos de Antonio Romero en Humilladero, tienen, por grados, aversión al PSOE, a lo que los socialistas representan como izquierda sumisa. Sánchez Gordillo y su grupo, que están otra vez como para expropiar cortijos, no quieren las migajas del poder, y más arriba de IU tampoco. Defienden su tozuda honradez tanto como su pobreza. Quizá a Valderas no le sople un viento extremeño en el cogote, pero lo mismo le salta el levante. Incluso sumando, habrá movida.