Adiós palabras

Tiziano sabe que se muere. Y también el hijo del anciano, que, tras recibir una carta decide visitarlo para decirle adiós. En realidad, Tiziano le ha escrito porque quiere remediar tantos silencios pretéritos entre ambos y confesarle cómo ha sido su ajetreada existencia, la de un ex corresponsal de prensa, ex comunista y ex descreído que, aunque no lo reconoce de manera abierta, teme cerrar los ojos para siempre. Como todos. Y a pesar, dice el protagonista, de los millones de seres humanos que ya han desa-parecido y desaparecerán de la faz de este mundo, «un maravilloso cementerio en el que también crecen las flores».

Basada en una historia real y soportada en esas largas conversaciones que mantienen ambos personajes, se trata de una película de evidente aire teatral (en ocasiones recuerda títulos franceses como la no menos discursiva «Las invasiones bárbaras») cuya mayor baza recae en el magnífico trabajo de Bruno Ganz, grande siempre, aunque Tiziano resulte en ocasiones un tanto redicho o marisabidillo. Da igual: en el momento de cerrar los ojos, parece que la vida también se le escapa a este soberbio actor que sabe el miedo que anida en la mirada de un viejo agonizante.