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Miran hacia atrás por Iñaki Ezkerra

La Razón
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Pasa siempre. Los políticos más desastrosos son los que más tienden a creer que sus cargos van a ser eternos cuando los estrenan. La inoperancia guarda una relación directamente proporcional a la fe en la inmortalidad administrativa. El mal político no tiene conciencia de que su cargo es finito, una oportunidad limitadísima y excepcional para hacer algo bueno por los otros; algo que quede; que justifique ese efímero y exigente privilegio. Hoy se reúnen por última vez los últimos ministros de esa pesadilla española con vocación frustrada de eternidad que fue el zapaterismo. No sé si se preguntará alguno de ellos: «Qué he dejado, qué queda, qué hecho por la sociedad». No sé si mirarán hacia atrás ni si lo harán para contemplar con vértigo su obra nerónica –una nación en llamas– o sólo para sentir la solipsista melancolía de la pérdida del poder. Si es para lo primero, no me gustaría estar en el pellejo de un Caamaño que deja una justicia desacreditada; de una Salgado que deja una economía devastada; de una Jiménez que deja una imagen de España triturada; de un Camacho que deja a una ETA sentada en las Cortes; de una Pajín que nos deja a los fumadores unos cigarrillos liados en papel anticombustible que se nos apagan como una broma de Nochevieja.

Si el vértigo que sienten no es por el país en ruinas que nos legan sino ante la pregunta de si hay vida después del ministerio, les tranquilizaré. Les diré que no sólo hay vida sino que ésa es la vida precisamente, de la cual un cargo es un paréntesis con fecha de caducidad. Si miran hacia atrás por la pena de irse, no me dan ninguna pena. Me doy pena yo. Me da pena la España que no podrán deteriorar más.