San José
Así es la «prisión» de los mineros
El desierto de Atacama es una de las zonas más áridas del planeta, un mar de sal con temperaturas que oscilan entre los 4 y los 45 grados. Pero justo en el momento que el mundo pone sus ojos en esta superficie marciana, las abundantes lluvias de los últimos meses han dado lugar a un fenómeno climático atípico que se traduce en una floración masiva de especies autóctonas. Las secas arenas se colorean de intensos tonos violetas, verdes y amarillos
El camino que une la ciudad de Copiapó con la mina de San José, donde se encuentran los mineros atrapados, es estrecho, con curvas cerradas que serpentean hasta llegar al cerro. Sin embargo, mientras atravesamos el desierto de Atacama hacia el «epicentro» de la desgracia, un hermoso paisaje sorprende.
¿Puede un desierto convertirse en un jardín de flores en unas horas? En Chile sí. Es un fenómeno llamado el Desierto Florido, que ocurre en el lugar más seco del mundo: el desierto de Atacama, que cubre una superficie de 105.000 km2 del norte del país y es uno de los más áridos del planeta. De hecho, los científicos lo comparan con la desoladora superficie marciana. Un paisaje aparentemente incompatible con la vida vegetal o animal que puede envolver con una calor asfixiante a quienes deciden adentrarse.
Sin embargo, pese a las características extremas que se respiran, puede, y de hecho, hay vida. Un milagro de la naturaleza que ocurre de forma ocasional en años en los que las precipitaciones exceden lo normal, entre los meses de julio y agosto, cuando ocurre una floración de especies autóctonas que colorean las secas arenas de intensos tonos violetas, verdes y amarillos. Las lluvias en el área central no se han registrado incluso por períodos de más de 4.000 años. Cuando las lluvias se producen, millones de semillas enterradas despiertan dando lugar a una explosión de color, que convive con recursos minerales metálicos de la zona, como el cobre, la plata, el oro y el hierro. También hay depósitos de otros minerales no metálicos, como el codiciado litio para fabricación de baterías, además de boro, nitrato de sodio y sales de potasio.
Los depósitos líquidos de salmuera de litio se esconden bajo la seca capa de corteza del desierto. El contenido de esos depósitos es bombeado a la superficie. Esta salmuera se esparce luego en lagunas de evaporación, donde se deja que el desierto haga su trabajo evaporando el agua y dejando como resultado un barro de salmuera con altas concentraciones de litio. Muchas de las baterías de nuestros teléfonos móviles nacen de las entrañas de este lugar de Chile donde el mundo ha puesto los ojos a raíz de la odisea de los mineros.
Olor a vida
En estos días, la floración masiva engaña al visitante, pues es un espectáculo que sólo verán unos pocos afortunados. Atacama es la antítesis de esta alfombra de flores cuyas semillas estaban latentes bajo la tierra. No huele tanto a vida porque habitualmente no hay ni rastro de esas patas de guanaco, lirios, cebollinos, malvillas, botones de alforja, añañucas... más de 200 especies de flores, siete por metro cuadrado. Tienen un tiempo de tres meses para salir a la superficie, para poder germinar y también para procrear, antes de que las altas temperaturas acaben con sus vidas.
El verdadero rostro de este desierto es duro. Los turistas que se acercan en cualquier momento del año a enfrentarse con la inmensidad soportan temperaturas extremas, que varían más de 30 grados centígrados entre el día y la noche. Así, la matinal oscila entre los 4 a 10 °C y la máxima puede alcanzar los 45°C a plena irradiación solar. Entonces la piel y los ojos sufren ante el altísimo volumen de radiaciones ultravioletas que hacen imprescindible el uso de gafas y cremas protectoras.
Cuando han logrado asomarse a la superficie tras décadas sin atisbo de vegetación, esas flores y plantas muestran curiosos mecanismos de supervivencia. Son capaces de penetrar por debajo de la costra salada sobre la que se asienta la superficie desértica atacameña, patrones de reproducción rápida, adaptaciones geométricas de las semillas para poder rodar mejor.
Pero cuando está libre de plantas –es decir, casi siempre–, el rasgo característico más definitorio de este rincón del planeta no es el litio de las baterías, convertido en el nuevo «oro negro». Atacama es un auténtico mar de sal, una visión que no deja indiferente a nadie. El salar de Atacama es el depósito salino más grande de Chile cuya superficie, blanca y rugosa, oculta a simple vista un gran lago salobre. Su tamaño es de 300.000 hectáreas y puede ser apreciado en su totalidad gracias a que el aire está completamente seco. Sin embargo esta grandiosa visibilidad distorsiona la apreciación de las distancias. Todo parece estar cubierto por la sal, lo que implica unas irremediables ganas de beber agua. Es el sulfato de calcio el que confiere a las rocas el aspecto blanquecino, como si una mano divina lo hubiera cubierto todo.
Los habitantes de la zona, no dejan de sorprenderse cuando el marrón habitual deja paso a una nueva paleta de colores gracias a esas copiosas precipitaciones que regaron el secarral. Brunilda González, la alcaldesa de la localidad de Caldera, explica que «resulta impresionante ver cómo un lugar donde normalmente no existe vegetación, marrón, de repente se transforma en una increible alfombra tupida de vivos colores. Cómo las flores, los insectos y los caracoles aparecen de la nada, es realmente impresionante».
«Un buen método para saber dónde saldrán las flores es observar si en la superficie del suelo hay caracoles, éste es el animal más voraz del desierto. Si los hay, lo que quiere decir es que el terreno está plagado de semillas», aconseja Brunilda.
La cultura changuita, a la que pertenecían los ancestros de la alcaldesa, ya utilizaban las flores como aliño de sus comidas, como remedio para curar todo tipo de enfermedades, para mejorar la leche de las madres primerizas o para fabricar tejidos. Eso sí, al igual que ahora, una vez cada muchos años, sólo cuando las lluvias tiñen de vivos colores el desierto de Atacama.
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