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«Habemus Papam» por Carlos RodríguezBraun
La película de Nanni Moretti, «Habemus Papam», es un interesante ejemplo de la vieja teoría de las consecuencias no previstas ni deseadas. El director italiano ha sido muy claro en sus intenciones: quería criticar a la Iglesia católica. Dice que pudo haber escogido el camino de la denuncia de delitos concretos, como los casos de abusos, por ejemplo, pero que prefirió explotar la figura de un pontífice desconcertado que no es capaz de asumir su responsabilidad; de hecho, se niega a salir al balcón a saludar a los fieles. Declaró Moretti: «Me parece mucho más inquietante para un creyente o para la alta jerarquía eclesiástica la imagen de un balcón vacío en la plaza de San Pedro. Eso es lo más representativo de mi película». Pues eso mismo es justamente lo que la película no consigue. Si lo consiguiera, entonces todos los católicos o los que respetamos la labor de la Iglesia de Roma saldríamos angustiados del cine. Pero no lo hacemos. Y no lo hacemos porque la imagen que obsesiona a Nanni Moretti, la del balcón vacío en el Vaticano, es una imagen falsa, y sabemos que es falsa. Sabemos que allí siempre hay alguien, que de hecho sale todo el rato a predicar la Buena Nueva a su grey. Todo lo que la película dice que pasa en realidad no pasa, y sabemos que no pasa. Por eso, «Habemus Papam» es entrañable y no desconcertante. Nos divierte mucho y no nos angustia en absoluto, precisamente porque nada de lo que dice o sugiere es verdad.
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