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Urdangarín ni más ni menos
La comparecencia de Iñaki Urdangarín ante el juez para responder sobre su participación en presuntos casos de corrupción y fraude fiscal viene precedida de una inusitada expectación social, que en parte se explica por tratarse del yerno del Rey, pero también porque la filtración parcial del sumario ha amplificado el escándalo y porque existen otros motivos espurios, como la utilización de algunos sectores ideológicos empeñados en erosionar el prestigio de Don Juan Carlos y poner en tela de juicio la continuidad de la Monarquía en la persona del Príncipe Don Felipe. Todo ello ha configurado un cóctel altamente volátil en el que cualquier detalle adquiere una importancia desmesurada, como por ejemplo si el imputado accedería al juzgado mallorquín en coche o a pie. Al final, el juez Castro ha tomado la decisión más lógica atendiendo a la petición de la Policía, no tanto porque defraude la curiosidad morbosa y sensacionalista, sino por razones elementales de seguridad. Ahora bien, Iñaki Urdangarín no es diferente ante la ley a cualquier otro ciudadano, lo cual significa que no debe recibir un trato de favor por pertenecer a la familia del Rey, como tampoco ser prejuzgado con una pena accesoria por el mismo motivo. Ni que decir tiene que le asiste plenamente el principio de presunción de inocencia y que a partir de hoy, al fin, podrá defenderse ante el juez y dirimir en el tribunal lo que desde hace varios meses se sustanciaba en la calle. Como otros muchos, éste es el caso de un empresario que debe responder ante la Justicia por la ortodoxia fiscal de sus negocios y por supuestas irregularidades con dinero público. Es decir, estamos ante el caso concreto de un ciudadano concreto que es requerido por el juez para someter sus actividades mercantiles al escrutinio de la Ley. Ni más ni menos. No se juzga si la conducta es moralmente ejemplar, sino si es punible judicialmente. El tribunal determinará en su momento si la esposa del duque de Palma, la Infanta Doña Cristina, debe dar cuenta también de sus actuaciones, si bien la Fiscalía lo ha considerado innecesario hasta ahora. No ha lugar, por tanto, a disparar por elevación contra el suegro o el cuñado del imputado. Tampoco es de recibo el acoso mediático asfixiante que los medios sensacionalistas han creado en torno a Urdangarín, cuyo propósito último es hacer negocio aun a costa de manchar la reputación del Rey o la solvencia de los Príncipes de Asturias. Por fortuna, los españoles contamos con una de las jefaturas del Estado más sólidas y prestigiosas del mundo gracias al excepcional protagonismo histórico de Don Juan Carlos y al irreprochable trabajo de Don Felipe. Pero no cabe ignorar que existen determinados sectores políticos, especialmente en la izquierda radical, aunque no sólo, muy interesados en pescar en río revuelto el trofeo de su obsesión antimonárquica.
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