País Vasco
El exilio que rompe familias y urnas
La huida de un 8% del electorado vasco da alas a los nacionalistas
MADRID- El exilio vasco es tan numeroso y diverso que resulta difícil analizar caso por caso, pero sí tiene en común el drama personal que acarrea tener que marchar obligatoriamente de tu propia tierra porque un grupo de intolerantes están dispuestos a asesinar a quien no siga sus reglas. Desde que ETA iniciara su actividad terrorista, decenas de miles de personas han emprendido el camino del exilio en distintas oleadas. La primera tanda de la esa diáspora estuvo compuesta, principalmente, por empresarios que se negaban a pagar la extorsión del llamado «impuesto revolucionario»; a continuación, miembros de la UCD. Más tarde fueron personas vinculadas al PP y al PSOE y, finalmente, a partir de 1996, cuando la banda elaboró un texto que cínicamente tituló «Socialización del sufrimiento», toda persona que se opusiera dialéctica o intelectualmente al totalitarismo etarra: periodistas, profesores, catedráticos... En definitiva, toda la sociedad vasca no nacionalista. Y eso sin contar las personas asesinadas residentes en Euskadi, cuyas familias, mayoritariamente, también abandonaron el País Vasco.
Todos juntos pueden alcanzar el 8% de la población que no es nacionalista, de suerte que por la vía de las armas y el terror los nacionalistas han hecho desaparecer una parte importante de sus contrincantes electorales. Pues, desafortunadamente, son pocos los exiliados que ejercen ese derecho democrático en el País Vasco, ya que, salvo pocas excepciones, están empadronados en el lugar al que se trasladaron a vivir cuando se vieron obligados a huir para no perder la vida. En la mayoría de los casos por puro pragmatismo y, en otros, para romper amarras y pasar definitivamente página a tanto dolor. En la práctica, resulta muy complicado vivir en una comunidad autónoma y estar empadronado en otra. Además, legalmente un ciudadano está obligado a pagar sus impuestos en el lugar en el que reside más de 180 días al año, por lo que en el caso de los exiliados vascos el domicilio fiscal difícilmente podrá ser la comunidad vasca. Normalmente, el domicilio fiscal y el lugar de residencia suelen ser el mismo, pero es que, además, si no es así es imposible conseguir una viñeta de aparcamiento horario, plaza en un colegio público o concertado para los hijos atención sanitaria en un centro de salud. Y el exilio ya es lo suficientemente duro per se como para añadirle dificultades accesorias y evitables. La consecuencia inmediata de este «desempadronamiento» es que los nacionalistas suben en número de votos y en porcentaje, porque un 10% de los ciudadanos con derecho a voto, que depositarían la papeleta a favor de un partido no nacionalista, no puede hacerlo. Otra consecuencia tangible es el gasto extra en el que incurre una familia obligada a cambiar de lugar de residencia, que tiene que dejar su casa, su trabajo, su negocio, si lo tiene; e instalarse en una ciudad nueva y buscarse la vida. Un caso dramático fue el de Nieves Baglietto, concejal de UCD y hermana de Ramón Baglietto, asesinado por un etarra al que de niño había salvado la vida. Nieves dejó su negocio y con 10 hijos se instaló en Madrid. Su dramática historia está contada en una biografía titulada «El canto del cisne». Pero el drama es que en esas decenas de miles de exiliados hay muchas familias Baglietto.
Carmen Gurruchaga
Periodista y escritora
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