Río de Janeiro

Cameron se mofa de los franceses por Julián García Candau

La Razón
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El deporte, ya en la antigua Grecia, tuvo componente político. En los primeros Juegos Olímpicos, se disputaban la supremacía las grandes ciudades, las naciones de entonces. Actualmente, los intereses de este tipo han ido a más y no es extraño que el primer ministro británico, David Cameron, seguramente para complacencia de su pueblo, y también de muchos españoles, haya dicho que los franceses están envidiosos. Cameron, aunque sin alinearse expresamente con los españoles, ha venido a arremeter contra los franceses, que, deportivamente, se están convirtiendo en nuestros peores enemigos.

El primer ministro británico comparaba el deporte de su país con el francés e ironizaba. Gran Bretaña está obteniendo los éxitos que se esperan de los países organizadores. Verbigracia: España en 1992. Reino Unido siempre ha estado por delante de Francia en el medallero. Al final de Pekín, el resultado era de 715 a 637. En la capital china la diferencia en oros fue de 19 a 7. Ayer, el medallero estaba 22-8 a favor de Reino Unido en oros y en el total, 48-28.

Cameron echó mano del argumento de que no gustó en París que en los Campos Elíseos se vieran tantas banderas británicas festejando el triunfo de Wiggins en el Tour. Son declaraciones de forofo y estas actitudes se agradecen.

Los Juegos son motivo de celebraciones patrióticas. No hay ganador que no encuentre tras la meta una bandera de su país con la que embozarse y pasear por el anillo del estadio. Tampoco se pierden la ocasión en otros recintos deportivos. Más moderada ha sido nuestra Familia Real, aunque se la ha visto, del Rey abajo todos, levantando los brazos y celebrando triunfos en diversos deportes. Ni siquiera en los palcos de honor es fácil reprimirse. A fin de cuentas, uno ha ido a ver ganar a los suyos y abstenerse parecería hasta ridículo.

Aquellos gestos del viejo presidente Alessandro Pertini en el palco del Bernabéu, el día de la final del Mundial'82 y que recorrieron el mundo, no han sido excepción. Los dirigentes deportivos siempre han tenido frases más o menos grandilocuentes en sentido patriótico. Baste recordar que el presidente de la Federación Española de Fútbol Armando Muñoz Calero, en 1950, en Río de Janeiro, después del gol de Zarra a Inglaterra dijo dirigiéndose a Franco : «Hemos vencido a la Pérfida Albión».

Ahora, ya no hay excepcionalidad en el paseo de la bandera. El deporte prima con la izada de la enseña y la interpretación del himno nacional, hecho que en Gran Bretaña ha sido motivo de polémica porque el capitán de fútbol, Giggs y los galeses del conjunto, no cantaron el himno. Tampoco la mayoría de los baloncestistas franceses lo interpreta. No sienten la emoción de la secuencia de «Casablanca» en el Café de Rick.

El deporte es aprovechado constantemente para salir en la foto. Los equipos de fútbol visitan ayuntamiento y comunidad para celebrar el campeonato o simplemente el ascenso. Cameron se ha llevado las medallas a Downing Street.

 

Posdata
Los franceses calentaron las vísperas del partido de baloncesto con España. Lo que no se preveía era que también calentaran a los jugadores en la cancha. No aceptaron que España perdiera con Brasil de manera deportiva, como no admiten los triunfos de otros grandes deportistas españoles en fútbol, tenis, automovilismo o motociclismo. Lo dramático es que les hayamos calentado en el Tour y Roland Garros. En casa no las catan.