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Político y humanista por Juan José Lucas

La Razón
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Es difícil para mí describir en breves líneas al hombre, al político que he conocido en estos últimos años. Fraga no ha tenido buena prensa. Sus antecedentes ministrables eran constantemente alegados por sus detractores, aunque nadie puede en estos principios del S. XXI negar que, gracias entre otros a D. Manuel, los españoles conocemos la estabilidad de la democracia parlamentaria más duradera de nuestra historia. Pero hoy me interesa más. resaltar al hombre culto y apasionado que siempre fue D. Manuel Fraga Iribarne. Quienes disfrutamos de la fortuna y del privilegio de gozar de su magisterio intelectual y político, pudimos conocer su vitalidad, su brillantez y su sentido de Estado; y desde luego, compartir y vivir sus inolvidables «campañas de infarto». Pero, sobre todas las cosas, aprendimos que D. Manuel era un hombre excepcional porque, ante todo, era un humanista. Era bueno, sencillo, y ¡muy directo! Era honesto y era íntegro. Su único «defecto» era amar demasiado: a Galicia, a España, a su familia y a sus amigos. Era la pasión de vivir para servir. Creía que España merecía ocupar un lugar entre las grandes naciones del mundo. El tiempo, como siempre, le dio la razón. Nunca hacía alardes de su profunda y extensa formación. Pero cuando se charlaba en una sobremesa uno podía percibir dos cosas: una, su Cultura con mayúscula, otra, su sentido del humor, de la ironía, siempre sin ofender. Era muy agradable hablar con él y sonreír. Nunca se ha hablado de esta faceta, pero era un hombre con quien se gozaba de manera fácil y amena de la charla. Cuando D. Manuel ocupó su escaño en la Cámara Alta, después de que una coalición de socialistas y nacionalistas asumieran el Gobierno gallego ¡por un escaño!, no se paró a lamentarse, afrontó esa nueva etapa con especial tesón. Apenas tomó posesión de su Acta se centró en su deseada reforma del Senado. No era fácil. Faltaba voluntad política. Fue su única asignatura pendiente. Pero Fraga no era un Senador más. Vivía las votaciones sin que nada fuera un puro trámite. Intervenía en el consejo de dirección del grupo. Buscaba y justificaba el porqué de cada votación. Generaba admiración y respeto en todos los grupos. Como profundo creyente, con enorme dignidad y confianza se enfrentó a su tránsito hacia la Eternidad. Antonio Machado decía que «lleva quien deja». Fecundo es el equipaje de Manuel Fraga.Imborrable su memoria. Gigantesco el volumen de su ausencia. Excepcional su obra. Profunda la huella que dejó en quienes le conocimos y, por conocerle, le quisimos y le querremos siempre.

Seguro que sería feliz al constatar que, en instantes como el que compartimos con pesar, sus conciudadanos nos sentimos, en la tristeza, en el dolor, en la admiración de muchos, y en el hondo respeto de todos, parte de un mismo objetivo: España.

 

Juan José Lucas
Vicepresidente primero del Senado