Buenos Aires

Alberto Closas Jr: «Hasta muriéndose mi padre coqueteaba con las mujeres»

El hijo del gran actor acaba de terminar una gira con «Un marido de ida y vuelta», pero hoy nos habla de su padre, de quien LA RAZÓN regala el viernes «Casi un caballero»

Escena de «Casi un caballero», con su padre junto a Alfredo Landa, López Vázquez y Concha Velasco
Escena de «Casi un caballero», con su padre junto a Alfredo Landa, López Vázquez y Concha Velascolarazon

Luce el pañuelo de bolsillo que su padre llevaba en «My fair lady»; dice que le trae buena suerte, «y yo soy supersticioso». Luce la elegancia y la sonrisa de su padre, algunos gestos del desaparecido y gran actor que me lo devuelven a la mesa del café Gijón en la que conversamos tantas veces de lo divino (el teatro del mundo y sus dioses) sin perder de vista a través del gran ventanal lo humano, es decir, los culos prietos de las muchachas en flor de Recoletos, porque Closas padre era un apasionado del género, un gran conocedor de las mujeres que nunca presumía de serlo: «Sobre eso no se teoriza, se hace», me decía. No luce Albertito (tiene 50 años y sigue siendo Albertito para los viejos amigos) el cigarrillo colgando en la boca, con desmayado desdén, como su padre, que murió de un cáncer de pulmón hace ya 16 años: «Se fue con una mano en la mascarilla de oxígeno y en la otra el pitillo».–Y seguro que con la mirada puesta en las piernas de una enfermera.–Eso seguro. Coqueteó con ellas hasta el último minuto. No sabía vivir sin hacerlo. Mi padre era sobre todo un gran seductor. De mujeres y de hombres. Caía bien a todos.–El próximo viernes, LA RAZÓN regala una película que interpretó en el 64, dirigida por José María Forqué: «Casi un caballero».–Era un ladrón de guante blanco, creo que marqués o falso marqués. Planeaba con Landa y López Vázquez un gran golpe de esos que no salen bien nunca. –Su padre bordaba los papeles de pícaro elegante...–Sí, porque lo era. Ya sabe: no interpretes, sé tú mismo.–Siempre con un cigarrillo en la boca...–En la boca siempre un cigarrillo y una palabra para una mujer.–¿Qué heredó de él?–El placer de vivir. El gusto por las cosas buenas. También heredé la úlcera de mi padre, pero se fue cuando dejé de fumar.–La verdad: no sé si ser el hijo de Closas le ayudó en la profesión...–No mucho, y no me preocupa. Aquí el problema son las comparaciones: que si no es como su padre, que si no tiene aquello que tenía él...Y lo que me llegó a decir algún productor: «Llamándote Alberto Closas no puedo darte un papel pequeño». Pero, en fin, me abrió puertas.(Closas no dejó dinero, ni deudas, pero le gustaba decir, hablando de deber: «Debo hasta morirme». Se le fue lo mucho que ganó en vivir bien. «A veces –dice su hijo– se iba a París a cenar y volvía al día siguiente. Se fue a Francia cuando comenzó la Guerra Civil y luego a Buenos Aires al empezar la II Guerra Mundial, con su padre, consejero de la Generalitat. Allí acompañó a un amigo a un cásting y Margarita Xirgu se fijó en él. «¿Quieres ser actor?», le preguntó. «No», dijo él. «¿Cuánto tiempo puedes aguantar sin comer?» . «Un año». «Entonces serás primer actor», sentenció. Estuvo en la compañía de la Xirgu y trabajó con Evita Perón en la única cinta que ésta hizo)–Recuerdo a su padre haciendo «petit point» en el camerino.–Hacemos «petit point» toda la familia. Yo también. Me relaja.–¿Qué admiraba más de él?–Su respeto al teatro. El teatro era para él una religión. Introdujo el naturalismo en el escenario. Claro que también decía que la mejor naturalidad era la muy ensayada.–¿Fue un buen padre?–Fue un buen padre... divorciado. Yo estuve en un internado. Más tarde, fue mi amigo. Su gran pasión fue el teatro y mi madre, y no sé en qué orden. Fue su sexta mujer.–Bien, hablemos de usted. ¿Diría que le va bien?–No me puedo quejar. Trabajo. Me podría haber ido mejor de haber estado ubicado en un grupo de izquierdas. Eso, no ser de izquierdas, es fatal en este oficio. La izquierda ha sabido utilizar y premiar a su gente. La derecha no ha sabido utilizar a su gente y no da ni las gracias.–Su padre amó mucho a las mujeres. ¿Ésa es también su fe?–No sigo ese camino. No soy tan mujeriego como mi padre. Además, he sentado la cabeza. Quizá haya heredado algo de su capacidad de seducción, pero no la empleo como él. Yo intento seducir a los enemigos más que a las mujeres.–En crisis, el único cine necesario es la comedia, dice Juan Diego. –Y también el teatro necesario es la comedia, la alta comedia. La gente necesita olvidar las miserias. Hay que volver al teatro de actor, no de director. Hay directores que ocultan a los actores. Hay que levantar el telón y que huela a Chanel.–Se habrá preguntado muchas veces qué hay que hacer para triunfar en España...–Si lo supiera... todo ha cambiado tanto... Aquí ya no se admira al actor. Gustan más los famosos de la TV. Antes la gente quería saber de los actores; ahora quieren saber sólo de la Esteban. A los actores les ha matado el «famoseo». Y si la gente va al teatro, va a ver caras conocidas de la TV. Me extraña que no le hayan ofrecido una obra a la Esteban.(La gente recuerda a su padre con afecto, me dice, pero institucionalmente se olvidaron de él en seguida: «Ni la calle prometida, ni el homenaje... Nada. El único que le hizo un homenaje fue Cornejo. Quizá ha sido así porque tenía fama de ser de derechas, por cómo vivía y vestía, pero él era de izquierdas y republicano; en Argentina, sin embargo, hay escuelas con su nombre, está el premio de interpretación Alberto Closas...». Albertito acaba de terminar una gira con la comedia «Un marido de ida y vuelta», producida por Pérez Puig, dirige el doblaje de la serie«Bob Esponja» y además le pone su voz a Calamardo. Le gusta montar a caballo y navegar, «pero obviamente no tengo caballo ni barco; es mejor tener amigos con caballos y yate». Se va a una cita de trabajo con el pañuelo de «My fair lady» en el bolsillo. Sonríe mientras lo recoloca. Todo muy Closas).