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Fernández Trigo

La Razón
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No fue un padre ni un hermano mayor; fue una referencia. Me indicaba el camino para descubrir las cosas por mí mismo. Jamás me engañó. Siempre me orientaba: «No busques por ahí, que no hay nada. Vete por el otro lado, pelirrojo». Fue un buen periodista, líder de opinión en La Coruña, en «La Voz de Galicia», en tiempos del franquismo contundente. Lo fichó el Deportivo y destacó como brillante ejecutivo del fútbol. Bernabéu le echó el ojo y Luis de Carlos lo llevó al Real Madrid.

Durante dos décadas fue el gerente del mejor club del siglo XX y el maestro de cuantos le siguieron. Sobrevivió a tres presidentes y se retiró cuando dejó de contemplar el paisaje que amaba. Adorado por sus empleados de siempre, gentes leales, honestas, fieles al club de su vida, Manolo Fernández Trigo era un profesional serio, habilísimo, político, sabio y afectuoso.

Ha fallecido el hombre que me extendió un manto protector cuando yo era un principiante en la capital del imperio. «Al pelirrojo, ni tocarlo; al pelirrojo, lo que pida». Gratitud infinita. Amistad eterna.

Ausencia definitiva. Dolor imparable. Un buen periodista necesita buenas fuentes, pero basa su vida en las referencias, esos seres excepcionales a quienes llamas cuando te sientes perdido en medio de una información. Trigo fue mi referencia en los momentos decisivos. Por eso no me duele desnudar mis sentimientos. Quería escribirle un artículo con el corazón, pero sólo saltan lágrimas entre las teclas. Lágrimas de un pelirrojo intensamente agradecido, infinitamente triste, profundamente feliz por haberlo disfrutado tanto, por haber aprendido tanto de él. Mientras alguien se acuerde de nosotros, dicen que no morimos nunca. Trigo tendrá larga vida después de la vida.