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Compartir la felicidad

La Razón
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Leo el blog del actor Carlos Olalla, «La placenta del universo». Esta semana nos hace un recorrido por la historia de Sacco y Vanzzetti, aquellos dos jóvenes anarquistas italianos que fueron ejecutados en la silla eléctrica en los Estados Unidos por un atraco que no cometieron. La historia trágica hay que recordarla para no repetirla. A mí me impresionó. Pero al final me quedé con una frase de Sacco. La noche anterior a su ejecución escribió una carta a su hijo Dante. Decía: «Querido hijo, sueño con vosotros noche y día. Quisiera abrazaros a ti y a tu madre. Perdóname, hijo mío, por esta muerte injusta que te deja sin padre a tan tierna edad. Podrán quemar nuestros cuerpos pero no podrán destruir nuestras ideas, ésas quedarán para los jóvenes del futuro, para los jóvenes como tú. Recuerda, hijo mío: comparte la felicidad con los demás, no la guardes para ti solo, intenta comprender al prójimo con humildad, ayuda a los débiles, ayuda a los que lloran, a los perseguidos, a los oprimidos, ellos son tus mejores amigos». Comparte la felicidad, dice, y a mí me da un vuelco el corazón, porque comprendo que a ese muchacho a punto de morir, la experiencia le había regalado la sabiduría. Porque no se puede ser dichoso sin compartirlo. Sólo los ricos generosos lo son, sólo los sanos ayudadores lo son, sólo los que regalan lo que han aprendido lo son… Sólo los que, cuando la vida les sonríe, abren las puertas de su casa y de su corazón de par en par a muchos otros, lo son verdaderamente. Ay, si todos fuéramos conscientes de esto, qué grandes serían las cosechas, las de alegría.