Crisis del PSOE

Rubalcaba: tres apuestas tres errores

En las últimas 72 horas se ha hablado mucho de la derrota de Zapatero, del golpe asestado por la militancia a su fortaleza interna, de si su número dos es el responsable máximo de la fallida «operación Trini»; de si el bruxo de Palas de Rei (este es José Blanco) saldrá indemne de esta nueva batalla, de cuánto tardarán sus críticos en cobrarse la factura…

Rubalcaba: tres apuestas tres errores
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Sin duda el responsable máximo de que Zapatero se haya dejado algún jirón de su liderazgo interno es Zapatero, pero hay otros. Blanco, como él mismo reconoció el lunes ante la Permanente del PSOE, y Alfredo Pérez Rubalcaba, que se expuso incluso más que el vicesecretario general durante la campaña a favor de Trinidad Jiménez frente a Gómez. Fue el ministro del Interior quien con sus declaraciones públicas más arremetió contra el líder del PSM. Recuérdese aquella afirmación que sonó a amenaza: «Decir no al presidente del Gobierno tiene sus consecuencias» . O aquella otra en la que dijo: «El único activo de Gómez es haber dicho no a Zapatero».

Alfredo Pérez Rubalcaba no milita en el PSM; a priori no se jugaba nada en esta nueva y cruenta batalla (salvo que como creen muchos estuviera diseñando el «postzapaterismo»), pero se empleó a fondo no ya en la victoria de Trini, sino en los intentos de destrucción de Gómez. El veredicto de la militancia le ha dejado en evidencia y lo peor es que no es la primera vez que las bases votan contra las apuestas políticas de Rubalcaba.

Conspirador nato, político de raza, encantador de serpientes, «perejil» de todas las salsas que se cuecen en el PSOE y en el Gobierno, el último superviviente de la era González vuelve a estrellarse en sus quinielas. No es la primera vez, ni la segunda… ya van tres. ¿La primera? En 1998, cuando apostó decididamente por Joaquín Almunia frente a José Borrell en las primeras primarias que celebró el PSOE. El socialismo andaba huérfano de liderazgo tras la marcha de González después de la primera victoria electoral del PP en 1996. El otrora presidente pensó que podía dejar resuelta su sucesión con la vieja táctica del dedazo y aupó a Joaquín Almunia a la secretaría general. Llegó el tiempo de elegir candidato y la militancia se rebeló, rechazó imposiciones , exigió una votación… y Borrell ganó contra todo pronóstico. En aquella campaña que también se libró a cara de perro, Rubalcaba, no sólo jugó un papel decisivo a favor de Almunia igual que lo ha hecho con Jiménez, sino que a él se le atribuye alguna de las operaciones «mediáticas» que meses después obligarían a Borrell a presentar su dimisión como cartel electoral del PSOE para 2000.

El hoy ministro de Interior perdió su primera apuesta, pero se resarciría luego con la retirada del candidato que habían elegido las bases. Apenas tuvieron que pasar dos años para que se estrellara de nuevo. Almunia ganó el cartel electoral, pero perdió estrepitosamente las elecciones generales y dejó al PSOE en su peor resultado: 125 diputados. La misma noche de los comicios dimitió. La historia es de sobra conocida: gestora en el PSOE, congreso extraordinario… y cuatro aspirantes a tomar las riendas del socialismo. ¿Dónde estaba Rubalcaba? Con el «aparato», siempre con el aparato, que aquella vez apostó por que fuera José Bono quien sacara al PSOE de su primera gran crisis de liderazgo.

El ministro recogió entonces avales, hizo campaña por el castellano-manchego, ninguneó al entonces desconocido diputado leonés José Luis Rodríguez Zapatero. El resultado es conocido. Nuevo fracaso. La militancia se rebeló de nuevo y votó contra lo que deseaba el poder orgánico, que no era precisamente Zapatero. Nuevo patinazo. Pero como siempre, el tiempo, su valía política y su inmensa capacidad para recomponerse y situarse siempre del lado del poder, volvería a dar mando en plaza a Rubalcaba. Apenas tuvo que transcurrir un año para que se hiciera imprescindible en el nuevo PSOE de Zapatero. El pacto antiterrorista que muñó, su magnífica relación con González, sus dotes de «prestidigitador» de la política, sus contactos en los medios de comunicación afines al socialismo… En fin, que volvió otra vez a la primera línea como si nunca la hubiera abandonado. Hoy es uno de los pocos socialistas que influyen en las decisiones del presidente. Y, aunque su tercera apuesta también ha fallado, sus defensores no dudan de que volverá a levantar cabeza… ¿O no? Depende a quién se pregunte en el PSOE. Los hay que creen que caerá en desgracia, que Zapatero ha tomado nota, que debe repensar quién le rodea y que, desde ahora, empezará a escuchar más a otros. No está claro. Los más viejos del lugar se barruntan que el más incombustible de los socialistas, volverá como los viejos «rockeros» que nunca mueren. Da igual que esté o no Zapatero en el PSOE. Cien líderes que tenga el socialismo cien veces que estará juntos a ellos Rubalcaba.