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Del ocio de por vida al trabajo a la fuerza por Manuel CALDERÓN

La Razón
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Hace más de cuarenta años –como dijo el poeta Jaime Gil de Biedma, «de casi todo hace ya cuarenta años...»–, en un mes de mayo de 1968, en París anunciaron los nuevos visionarios, mientras buscaban las playas bajo los adoquines, que estábamos predestinados a vivir en la «sociedad del ocio», que el futuro que nos esperaba era un mundo en el que invertiríamos más tiempo en el placer de oír música, leer libros, contemplar cuadros en los museos, incluso andar descalzos por el parque... que en el trabajo. De aquellos sueños, estos monstruos: millones de personas dispuestas a dejar la ociosa y forzosa contemplación de una mañana sin futuro por encontrar un puesto de trabajo (suele decirse digno), aunque esté por debajo de su cualificación profesional, quién sabe si por uno de esos «mini empleos» que con tanta eficacia ha impuesto Angela Merkel en Alemania. El acuerdo entre sindicatos y patronal para reformar el mercado laboral español puede ser un gesto hacia la canciller, un buen gesto.