CEOE

La decadencia sindicalista

Tenemos un sindicalismo trasnochado en el fondo, incapaz en las formas e inútil en sus reivindicaciones 

La Razón
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No existen motivos, pero por si alguien tuviera alguna duda, que las habrá, es bueno dejar claro dos cosas. Primero, no pongo en duda que el sindicalismo forma parte de la maquinaria democrática y que por lo tanto es necesaria su existencia. Y segundo, a la hora de hablar de decadencia sindicalista la referencia tiene nombres y apellidos muy concretos: UGT y CCOO. Son los dos sindicatos mayoritarios y son los verdaderos culpables de que el sindicalismo en España se encuentre atrofiado, tenga unas estructuras tan antiguas como el Neolítico, viva de la subvención del Gobierno, haya cultivado un ejército de liberados que nadie sabe a qué se dedican y que se empeñen en ser los mejores propagandistas de la política económica del Ejecutivo.Tenemos un sindicalismo trasnochado en el fondo, incapaz en las formas e inútil en sus reivindicaciones. ¿Defienden a los trabajadores? ¿Tienen alguna política sería y consistente frente a los desmanes del Gobierno? ¿Representan a alguien? Candido Méndez y Fernández Toxo lo han conseguido. Han conseguido que sus dos organizaciones sindicales, en tiempo de crisis, en un momento en el que deberían tener un protagonismo político y laboral único e irrepetible, hayan desaparecido bajo tierra. No tienen ningún poder de convocatoria. No cuentan para los ciudadanos. Viven volcados a las exigencias del Gobierno, que está en sus momentos más difíciles.Está claro que el fracaso de la manifestación del 1 de mayo, unida al chasco de la convocatoria de este martes con los funcionarios, confirma que los sindicatos se han mimetizado con los intereses gubernamentales. Por lo tanto, cuando ahora Méndez y Toxo patalean y gritan contra una posible reforma laboral, absolutamente nadie les cree. Han perdido toda posibilidad de crédito y de fiabilidad. Es más, lo que parece es que estamos asistiendo a la preparación de una posible huelga general el próximo otoño siempre diseñada y maquillada con el visto bueno del Gobierno. Un pacto casi obligado entre las dos partes. El Ejecutivo acepta ese paro como prueba ante Bruselas de que está realizando el ajuste impuesto y que por lo tanto está sufriendo la respuesta ciudadana; mientras que los sindicatos intentan recuperar un pulso y una imagen definitivamente perdida para siempre y por siempre.Hay que decir que el sindicalismo español está haciendo historia. En efecto. Pero por su torpeza, por su servilismo con Zapatero, por su incapacidad para movilizar, por una reacción tan endeble como pusilánime y por haber realizado el trabajo sucio del Gobierno que en ningún momento ha cogido el toro por los cuernos.Este sindicalismo está acabado. Son los propios sindicalistas los que lo están enterrando a marchas forzadas. Los que están empeñados en que desaparezca. Los que no quieren tener ninguna notoriedad y se esconden detrás de los matorrales. Los que han insistido una y otra vez para metabolizarse con la crisis. El sindicalismo español ha entrado en decadencia. Es cuestión de tiempo. Pero o eligen la renovación o la muerte política la tienen asegurada.