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Freire república independiente

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Va desnudo

Los niños, los borrachos y los tricampeones del mundo siempre dicen la verdad. Freire habla con la libertad de quien lo ha sido todo y no debe nada.

Por fin alguien se ha atrevido. Óscar Freire no tiene la inocencia infantil del protagonista del cuento de Andersen pero, ante su última temporada en activo, habla con la libertad de quien lo ha sido todo y no debe rendir pleitesía a nadie, ni respetar ninguna omertà. «El rey está desnudo», ha dicho. Que traducido resulta: «Contador tiene que apechugar con su sanción». Los niños, los borrachos y los tricampeones del mundo siempre dicen la verdad. Quizás haya tirado de cinefilia para argumentar con el mismo resignado cinismo de Morgan Freeman ante las protestas de inocencia de Tim Robbins en una de las primeras escenas de «Cadena perpetua»: «Aquí todos somos inocentes», decía en el patio de la prisión. En la cárcel del dopaje, según Freire, casi nadie se arrepiente de sus pecados: «Muy pocos de los que dan positivo aceptan su culpabilidad». Pero, ¿este tío se ha vuelto loco? ¿Ha nacido en Torrelavega o en París? ¿Acaso se postula para guionista de los guiñoles? De tanto acercarse para endosarle maillots arcoíris, ¿lo habrá contagiado el pérfido McQuaid con el virus del antiespañolismo? ¿Es que quiere quedarse fuera de la selección cuando el circuito de Londres le viene como anillo al dedo? Eso, que gane Valverde, un deportista pulquérrimo que jamás corrió para Belda ni trató con Eufemiano. Freire, como casi todo el mundo, está en desacuerdo con una normativa antidopaje draconiana, pero se somete al reglamento con disciplina. Al contrario que otros que reciben encantados los honores cuando descalifican a Rasmussen sin haber dado jamás positivo y protesta cuando lo cazan a él.

Lucas Haurie

Fuera del tiesto

No pega jugar a las respuestas con interrogante, tratándose de un compañero, y sembrar dudas sobre alguien ya condenado es una tontuna.

Ya dije en su día aquí que la sentencia del «caso Contador» no me gustaba por injusta, desproporcionada y desorbitada, y porque reconocía condenar al ciclista sin pruebas suficientes. El TAS se autoimpuso la misión de «escarmentar por si las moscas» y de esa burra parece que no quiere bajarse porque se siente cómodo aplicando la mano más dura posible con efectos preventivos. Y también dejé claro en su momento que la estrategia de defensa empleada por Contador me parecía errónea y alucinante, basada primero en la palabra de honor del condenado, después en un solomillo que desapareció según avanzaba la película y, por último, en una declaración de cinco horas frente a un polígrafo que fue, en realidad, un voluntario brindis al sol sin más trascendencia para el tribunal. Tampoco voy a ir a Pinto a manifestarme, aunque le deseo lo mejor y toda la suerte del mundo al corredor. Dicho lo cual, que ahora aparezca Freire jugando al escondite con la inocencia de Contador me parece de pésimo gusto, para empezar. Estoy convencida de que tratarán de matar al mensajero y decir que la Prensa es malísima, aunque no pega ni por asomo jugar a las respuestas con interrogante tratándose de un compañero. Sembrar dudas sobre alguien que ya está condenado es una tontuna, pero, sobre todo, se puede volver en contra del mismo Freire, Dios no lo quiera. Lo más gracioso del caso (si es que le ven Vds. gracia) es que el cántabro se queja de la falta de unión en el pelotón. No parece que el chaval, con estas declaraciones que no vienen a cuento, esté siendo, precisamente, el nexo necesario.

María José Navarro