Cuba
Preciosa suegra
Las señas externas de identidad de la Izquierda española se me antojan admirables. Ese humilde y al alcance de todos vestido de novia de la compañera Penélope Cruz, diseñado por John Galliano, que lo define de corte principesco, inspiración romántica, escote corazón, ola de encajes y ajustado a la cadera, para contraer matrimonio con el camarada Javier Bardem, me ha parecido precioso. John Galliano diseña para Dior, esa empresa popular que vistió durante décadas a las mujeres de la Unión Soviética y Cuba. Gracias a la publicación obrera «Elle» hemos sabido de los detalles del último grito de la confección nupcial para mujeres aplastadas por la bota del capitalismo. Fuentes generalmente mal informadas de La Moncloa aseguran que la vicepresidenta De la Vega, al contemplar el modelo, tomó la decisión de contraer enlace para así completar su colección de vestidos representativos de la Izquierda. Pero el gozo en un pozo. John Galliano ha diseñado el menestral vestido en exclusiva para Penélope, y no se venderá ni en «Pro-Novias» ni en establecimientos de «pret-a-porter». Una pena muy grande.
Y Moratinos. En Le Change, en la Dordoña, vestido de argentino con caballos de polo, en casa de su suegra. «Mi preciosa suegra», según la ha definido la periodista del diario francés «SudOuest». Espectacular la casa de su preciosa suegra, Micheline Maunac, a la que envío desde estas líneas mis más gentiles saludos. Mientras Melilla se hallaba en situación límite, y el Rey atendía a la solicitud de Zapatero de tranquilizar los ánimos del Sultán de Marruecos, Moratinos negaba el conflicto y se mantenía «permanentemente informado», al tiempo que paseaba con su preciosa suegra por los verdes enfrentados y bellísimos del sudoeste de Francia, disfrazado de criador de patisos en la Pampa sureña. Gracias a esa entrevista en el «SudOuest» hemos sabido que nuestro ministro de Asuntos Exteriores vio la final del Campeonato del Mundo de fútbol de Sudáfrica en una pantalla gigante y al lado de Raúl Castro, «que fue muy amable».
Moratinos es un hombre peculiar. Consigue que sus compañeros de Gobierno trabajen mientras él descansa junto a su preciosa suegra, disfruta del fútbol junto a un dictador comunista, y no oculta su animadversión por la nación de Israel, única democracia del Oriente Medio. Moratinos fue íntimo amigo del millonario terrorista palestino Yasser Arafat, dato que no necesita análisis ni valoración, porque la amistad está por encima de cualquier otro sentimiento, incluido el del amor.
Pero me ha gustado, y mucho, su imagen. Esa elegancia campestre, ese «apenas vestir vistiendo tanto y tan bien» emulando al penúltimo duque de Bedford, ese posado con la preciosa casa de su preciosa suegra, cubierta de parra virgen y florecida de hortensias, ha colmado mi interpretación del buen gusto. Y además, con esa expresión de tranquilidad, con esa mofletuda sonrisa sosegada, con ese empaque de ganadero argentino que aguarda en la puerta de su hacienda la llegada de un príncipe ruso que acude con la intención de estafarlo, y a poco más de mil kilómetros, Melilla provocada, Melilla desabastecida, Melilla amenazada, y él tan pancho, me ha provocado un subidón de orgullo, que no tengo más remedio que hacerlo público. Rubalcaba a Rabat y él con su preciosa suegra, que en su caso no es oración cursi, sino descriptiva.
Creo sinceramente que podemos estar tranquilos con el nuevo aspecto de nuestra Izquierda. «Arriba los pobres del mundo,/ en pie «le bloc de foie truffé».
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