Ciclismo

París

Contador renace en la crono por equipos

«Es duro y me encanta». El que habla es Fabian Cancellara, o «Espartaco», como se le conoce. La bestia suiza hecha ciclista, el gladiador de la bicicleta. Cancellara, campeón del mundo de contrarreloj, corre en el Leopard Trek, el equipo de los hermanos Schleck. A su servicio.

Contador, en pleno esfuerzo con sus compañeros del Saxo Bank durante la contrarreloj
Contador, en pleno esfuerzo con sus compañeros del Saxo Bank durante la contrarrelojlarazon

Por eso en la contrarreloj por equipos de Les Essarts, la segunda etapa de este maldito Tour de Francia para Contador, coge y desconecta de sí mismo, de sus ambiciones y deseos propios. Un hombre contra el resto de equipos agrupados, uno solo encarnado en su fiera figura, dos músculos que son motores. Incluso así, en solitario frente a las nueve unidades que cada siete minutos van descolgándose como gotas de agua por la rampa que los impulsa al ruedo que es la etapa, 23 kilómetros llanos con algún curveo, podría Cancellara ganar. Se olvida de eso. Fabian Cancellara en el Tour es un asesino a sueldo. Matón de Contador se proponía el suizo.

«Es duro y me encanta», dice Cancellara de la contrarreloj por equipos, esa modalidad tan bella como incomprensible para muchos en un deporte, el ciclismo que se basa en la individualidad y que en días como ayer basa su todo en la fuerza del grupo. El esfuerzo conjunto y una coordinación que roce la perfección. Un baile en armonía con el entorno, el reloj al que hay que mecer, domar, y sobre todo, el equipo. Una masa colectiva que pedalea, que empuja miscelánea. La especialidad que le hizo así, especial a Manolo Saiz y su inolvidable serpiente de la ONCE a finales de los noventa y principios del nuevo siglo, fuera amarilla o rosa. La perfección. Nueve ciclistas que se convierten en uno.

Esa nueva centuria que tiene por emperador a Alberto Contador, derrotado ya en la primera etapa, un minuto y veinte segundos le cayeron en el Monte de las Alondras por la montonera de la que, sin caerse, no pudo salir. Saltó así, cual regente a conquistar la tierra perdida, su reino. Ocho soldados con casco aerodinámico por escudo y bicicleta con manillar, la «cabra» como espada. A la guerra. Y no le fue mal atendiendo a la estratosférica marca que Cancellara marcó para los hermanos Schleck. Con cinco hombres entró el Leopard, el mínimo para marcar el tiempo en la meta. Ni Andy ni Frank dieron un solo relevo. Nada de coordinación, esfuerzo o sentimiento de grupo.

El matón delante y los jefes, detrás. A reservar. «No estoy aquí para ganar a Contador, estoy aquí para ganar el Tour», dijo el pequeño de los Schleck. Tampoco estaba ayer para sacar tiempo en la contrarreloj por equipos. Para eso estaba Cancellara. Fue el suizo el artífice de que la ventaja de ocho pírricos segundos que sostuvo el Leopard en el segundo punto intermedio con respecto al Saxo Bank de Contador aumentara hasta los 24 en tan sólo siete kilómetros. Sideral. Con ellos, Andy Schleck engorda el colchón de la tranquilidad y el descanso que le otorga el minuto y 38 segundos que tiene de ventaja sobre Alberto Contador.

Al madrileño todos los favoritos menos Ivan Basso le metieron tiempo. 24 segundos Wiggins y Evans –tras su ataque en las Alondras y el segundo puesto del BMC en la crono se coloca tercero, a un segundo del liderato el veterano australiano–, 18 segundos el poderoso tridente del RadioShack formado por Horner, Kloden y Leipheimer, y 16, Robert Gesink. Todos por delante, como la montaña, los Pirineos y los Alpes. «El camino hasta París es largo», dice Contador, moral reforzada, o eso parece. «Estoy concentrado al cien por cien para recuperar el tiempo perdido», añade. Las apariencias, sobre todo frente a los enemigos, son vitales. «Aún queda mucho Tour». Todo.

Hushovd se viste de amarillo
Un equipo vestido a la perfección para una contrarreloj por equipos. Conjugan esprínters de calidad como Tyler Farrar y especialistas de talla como David Millar. Garmin-Cervelo fue el más rápido y se llevó el triunfo de etapa, y eso que fue la primera de las formaciones consideradas favoritas en tomar la salida y una vez que paró el reloj en 24 minutos y 48 segundos en la línea de meta nadie fue capaz de superarle. Así, el campeón del Mundo Thor Hushovd se vistió de amarillo.