El pontificado de Francisco
Adentrarnos en el año
Volver la vista atrás no siempre es negativo. Comenzar un año y no agradecer cuanto de Dios recibimos en el anterior sería iniciarlo fríamente. No tenemos conciencia de lo mucho que debemos a Dios, y menos aún sabemos la luz que añadiría a nuestra vida y la santidad que daría a nuestras acciones el ser siempre agradecidos. Él es quien perdona y cura, y es tanto lo que nos ha perdonado, también en el último año, que nunca podremos acordarnos de todo. Sólo sabemos que tenemos necesidad de su misericordia, como las plantas del sol, y que sin ella nos hubiéramos secado sin remedio. Esos perdones silenciosos otorgados por Dios al atardecer de nuestras jornadas, cuando la noche cubre todo con su benéfica sombra, ese perdón benéfico y discreto es el que impide que nuestra alma haya zozobrado en la fe y perdido toda esperanza.
Tu obra es hermosa y, puesto que luchas, preferimos responderte con nuestra admiración por haber hecho brotar torrentes de amor en los corazones de tus discípulos. Sí, te admiramos en este tu taller del mundo, donde estás siempre ocupado, procurando hacer de nosotros, seres más o menos racionales, almas dignas de ti.
Te doy gracias por todo el pasado cristiano y por todo el porvenir que será aún más glorioso, por todos los secretos que tu providencia reserva aún, y por toda esta historia complicada y turbulenta, porque es la historia de nuestro mundo preparado para tu venida.
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