España
Árboles de Leyenda
A pesar de sus virtudes y de los millones de años que llevan dominando la Tierra en silencio –algunas especies unos 200 millones antes que el hombre–, poco o nada sabemos de nuestros vecinos. «Árboles leyendas vidas II» da a conocer parte de esa belleza a veces retorcida que puebla nuestro territorio a través de 50 ejemplares
En España hay 25 millones de hectáreas forestales. Sólo 13 (aproximadamente un cuarto de la superficie del país) son arboladas. A pesar de sus virtudes, poco sabemos de los verdaderos «embalses naturales». Detrás de cada «soldado verde» y de sus numerosos beneficios hay una historia, una leyenda, un mito. Sin embargo, estos ejemplares arbóreos son los grandes olvidados, desconocidos por otro ser vivo (el hombre) que nació unos 200 millones de años después. Pues secuoyas, cipreses y pinos llevan «dominando» en silencio la Tierra desde tiempos del Jurásico.
A pesar de esos millones de años que nos llevan de ventaja, y siendo sinceros, a muchos de nosotros nos cuesta saber qué especies son muchos de nuestros vecinos, los árboles, que vemos a diario. Con el fin de dar a conocer parte de esa belleza a veces retorcida que puebla nuestro territorio (ver el pino-roble de la doble siguiente), SDL Ediciones y Obra Social Caja Madrid han publicado recientemente el segundo volumen del libro «Árboles, leyendas vivas», que ha permitido a su vez apoyar el proyecto de catalogación de árboles singulares de la ONG Bosques Sin Fronteras.
A través de sus páginas, el lector se adentrará de la mano de Susana Domínguez (ingeniera forestal) y de Ezequiel Martínez en la historia de 50 ejemplares y entenderá por qué, por ejemplo, un árbol centenario puede sobrevivir con el tronco hueco. ¿Cómo? Eso depende de la edad del ejemplar arbóreo. Así, uno joven necesita que su tronco esté en óptimas condiciones, pues la savia que le da la vida recorre todo su cuerpo. A medida que el tiempo avanza (cuando el ejemplar deja de crecer a lo alto y comienza a hacerlo a lo ancho), la vida del ejemplar se localiza en la albura del árbol, que es como se conoce a la parte más externa del tronco, la madera más clara y la más alejada del corazón o duramen. Y es por eso que los ejemplares maduros pueden sobrevivir a pesar de que su tronco se haya convertido en un tubo vacío y sin vida, mientras que uno joven, en cambio, moriría.
De modo que estos ejemplares centenarios sobreviven sólo por esa capa de madera que se sujeta fuerte al paso del tiempo con la tensión, eso sí, de perecer por un ataque de hongos, un viento o un rayo. Pues la edad, como a todo ser vivo, los ha debilitado.
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