Londres

«Bacon sólo quería ver a Velázquez»

La experta habla sobre la mayor muestra dedica al artista británico

«Bacon sólo quería ver a Velázquez»
«Bacon sólo quería ver a Velázquez»larazon

madrid-Manuela Mena tiene a sus espaldas el «Tríptico inspirado por el poema de T. S. Eliot "Sweeney Agonistes"», de 1967, de Francis Bacon, uno de los grandes artistas del siglo XX que estudió obsesivamente a los grandes maestros y, sobre todo, a Velázquez. Las pinturas de ambos cuelgan ahora bajo el mismo techo. La gran retrospectiva sobre el artista británico, que se inaugura el próximo 3 de febrero, dará a conocer 70 obras de un pintor «lleno de violencia, pero al mismo tiempo de esperanza», dice Manuela Mena, comisaria de esta exposición. «Lo que es seguro –añade– es que Bacon se hubiera sentido abrumado con esta exposición».
-¿Recuerda a Bacon paseando por el Museo del Prado?
-Vino a la exposición de Velázquez de 1989. Desde entonces, en los últimos años de su vida, visitó Madrid con bastante frecuencia porque tenía un amigo español. En alguna de las visitas, me llamó por teléfono, me dijo quién era y me preguntó si podría visitar el Prado un lunes con el museo cerrado. Le dije que sí y vino varias veces.
-Y fue derecho a ver a Velázquez.
-Sí, sí, él quería ver sólo a Velázquez y a Goya. Le recuerdo en la sala central mirando muy atentamente toda la parte derecha, que en aquel momento estaba el cuadro de Marte y la «Fragua de Vulcano», y también «Las meninas». Lo recuerdo como un hombre muy culto, inteligente y amable, que miraba fijamente a los cuadros. Claro está, yo en ningún momento le interrumpí, porque él venía a trabajar, no a escuchar explicaciones históricas. Ahora he escrito un texto para el catálogo en el que establezco conexiones con El Greco.
-Después de haber visto la exposición de «Picasso y el retrato español» en el edificio Villanueva, parece que ese iba a ser también el lugar de Bacon.
-Hubiera sido una posibilidad, pero la galería central, que es donde podría haber ido, es un lugar difícil. Es una exposición que hay que verla por momentos, siguiendo un orden cronológico y temático: con una primera etapa, que se llama «Animal», cuando comienza a estudiar los animales en relación con los seres humanos y viceversa; «Crisis», que es cuando empieza a estudiar a Van Gogh, con quien se siente identificado; el tema de la «Crucifixión»; Grecia y su literatura: y, al final, sus últimos años con una vuelta al clasicismo y a temas que trató en los primeros años y que, en mi opinión, están todavía por desarrollar y que quizá haya que esperar cien años hasta que alguien retome lo que él plantea.
-¿Le ha permitido Bacon interpretar aspectos de Velázquez de otra manera?
-Siempre que te enfrentas con un artista te ayuda mucho mejor a ver las cosas. Él estaba obsesionado con el «Papa Inocencio X» de Velázquez. Los artistas son así: a lo mejor desprecian «Las meninas», que no es el caso, y sólo se centran en una pintura. Yo volví a mirar al «Papa Inocencio X», que lo tuvimos hace años en la rotonda del Prado, y al verlo de cerca hicimos una especie de experimento personal. Lo llevamos a la sala de Velázquez, y el único cuadro que soportaba la presencia de «Inocencio X» eran «Las meninas». Es decir, el concepto del poder es lo que está reflejado en estas dos obras por encima de cualquier otra de Velázquez.
-¿Qué buscaba Bacon: la violencia o el poder?
-Del Papa, lo que le atrajo a Bacon es el poder, porque es un concepto del poder supremo pero al mismo tiempo el Papa es un ser frágil, débil y malo. Y eso a Bacon le impactó. Si mira la mano izquierda del Papa, está agarrada al sillón como si fuera un pájaro de presa; esa mano es terrible. Hay otra cuestión: ese Papa no tiene un asiento, como los de Tiziano, Carlo Maratti o Guido Reni, que están en un sillón real. Sin embargo, en el de Velázquez es como si estuviera en la percha de un pájaro. Esta idea está clarísima si vemos la interpretación del cuadro que hace Bacon.
-¿En la exposición no va a estar acompañado por ningún cuadro de Velázquez?
-No, hemos discutido mucho sobre ello con el director, y es algo que pensábamos hacer, pero eso ya lo hemos hecho en las exposiciones anteriores y nos parecía un juego repetido. Preferimos que el que venga a ver a Bacon, luego vaya a ver a Velázquez, y al revés. Pero también por un respeto hacia Bacon, porque él no quiso contrastar nunca sus obras con los maestros antiguos. Cuando en la National Gallery se hizo la exposición «El ojo del artista», Bacon eligió una serie de cuadros, pero se negó a que sus pinturas se enfrentaran a la de los maestros.
-¿Qué obra que se haya visto en Londres no estará en Madrid?
-Ha sido la exposición más difícil que se ha hecho sobre Bacon. Hace tres días nos han confirmado que estará un tríptico al que ya habíamos renunciado. Es el del año 77 que pertenece a un gran coleccionista internacional y es una de sus piezas más cotizadas. Digamos que los coleccionistas privados han puesto pegas inconcebibles, porque yo creo que las obras de arte son un bien común y están hechas para que las vea el mayor número de personas. Y si hecho en falta alguna pintura esa es «Desnudos en la hierba», que fue clave en Bacon.
-¿Qué gran exposición le queda por hacer en el Prado?
-¡Acabo de salir de dos proyectos realmente espantosos!, en el sentido de trabajo, claro, la de «Goya en tiempos de guerra» y esta de Bacon, y, cuando acabas, te preguntas, ¿y ahora qué? Pero sí, tengo proyectos. Me gustaría preparar una exposición sobre el último Goya, que en mi opinión no está hecho, el de Burdeos. Y hablando de otras cosas, me gustaría hacer una de Degas, porque creo que es de esos artistas para quien los maestros del Prado fueron importantes en sus comienzos, y me gustaría verlo aquí.